Las cinco funciones de Shiva (Creación o manifestación, conservación del mundo, reabsorción, velamiento y finalmente gracia) son cinco aspectos indisociables de su actividad, sin embargo la última –la gracia– es considerada como la más alta. Abhinavagupta cita un purgan que dice: «es solo por el favor divino que procede la devoción: es por él, que aquellos cuyo espíritu a accedido a la Realidad alcanzan la suprema realización», queriendo mostrar así que la gracia es independiente del karma así como de las acciones del ser humano. «El favor divino –añade– es un modo de ser inmaculado y dotado de plenitud- por ella Shiva resplandece espontáneamente en toda su plenitud incluso cuando asume la forma de un ser limitado». Abhinavagupta designa la gracia bien como anugraha (que etimológicamente evoca un movimiento favorable hacia alguien), bien como saktipâta, caída o descenso de la energía, formulación más dinámica, que subraya la naturaleza imprevisible –al ser esencialmente libre y gratuita– de la gracia. Esta energía cae sobre el ser humano que siente la atracción hacia el conocimiento iluminador y , liberándolo del devenir, lo identifica a Shiva. La gracia, así, puede entenderse como el descenso sobre el ser humano de las energías apacibles y propicias que revelan al Ser. Pero es precisamente a causa de que nada está fuera de Shiva, que no debemos concebir el descenso de la energía, saktipâta, como una gracia que caería sobre el hombre desde el exterior: ella está en él, ya que es en las profundidades del corazón donde nade súbitamente para expandirse en una consciencia inseparable en esencia de la Consciencia divina. Para citar el Tantraloka: «Dios, esencialmente luminoso, teniendo como naturaleza la libre Consciencia, esconde a modo de juego su propio Si-mismo y se vuelve un ser individual bajo formas múltiples. Libremente, se esclaviza a si mismo con actos hechos de pensamiento dualizante y de construcciones mentales. Pero es tan potente la libertad de Dios que, como se ha dicho, es igualmente El quién, ligado a la forma limitada (que El asume), toca de nuevo su propia esencia y la revela en toda su pureza»
Shiva - Shakti |
Diversos tipos de gracia
Gratuita e incondicionada, la gracia de Shiva puede sin embargo manifestarse de maneras diferentes y con una intensidad más o menos grande. Abhinavagupta distingue así, según los efectos que suscita, tres grados principales de gracia: intensa, media y débil. Cada grado se divide a su vez en tres surgiendo entonces nueve tipos de gracia:
- Muy intensa, Moderadamente intensa, Intensa pero suave.
- Medianamente intensa, Medianamente media, Mediana suave.
- Débil fuerte, Débil media, Muy débil.
La gracia muy intensa confiere espontáneamente la liberación. El momento en el que esta gracia aparece no depende más que de ella y no del esfuerzo humano. Sin duda la energía divina está siempre presente en el hombre, pero es solo Shiva quien decide el instante en el que ella se desvela. Es de esta forma suprema de gracia de la que trata la no vía (anupâya) que no concierne más que a aquellos que no aspiran a nada, ni siquiera a la liberación, y que por lo tanto no han recurrido a ningún medio.
La gracia moderadamente intensa elimina por si misma toda la ignorancia, dando el Gran Conocimiento iluminador independiente tanto de los maestros como de las Escrituras reveladas. El maestro en quien la oscuridad a sido disipada por la luz de una tal intuición, ve desaparecer todas sus incertidumbres y es instruido espontáneamente de todas las ciencias. Aunque menos elevada que la precedente esta forma de gracia tiene una importancia particular puesto que es la que recibe el maestro espiritual más perfecto según la tradición del Trika.
La gracia media supone un esfuerzo personal por parte del que la recibe: no surge espontáneamente como lo hace la gracia intensa. Desciende sobre los seres todavía no purificados del pensamiento dualizante. Aquel que se beneficia de ella, aún habiendo recibido la iniciación, no tiene todavía la convicción profundamente vivenciada de su identidad con Shiva, y esta convicción no llegará más que a la muerte del cuerpo. Si esta gracia es medianamente media el que la tiene, solo después de haber gozado durante su vida presente de las experiencias y placeres del mundo, se identificará con Shiva tras la muerte. Aquel que recibe una gracia mediana suave llegará a la identificación tras pasar
por múltiples estados del Ser.
En cuanto a la gracia débil sus tres grados corresponden a un deseo de gozo que crece según que sea intensa, media o débil. En todos los casos, es por el medio de ritos y prácticas como aquel que la recoge se identificará finalmente con Shiva lo cual no se producirá más que tras múltiples renacimientos en sucesivos estados. Es la gracia más intensa, en la que no hay nada que hacer más que dejarla actuar sin que se pueda hablar verdaderamente de vía, la que menciona primero el Tantraloka. Le siguen después el impulso espiritual, después los esfuerzos intelectuales, después los esfuerzos mentales, y finalmente los esfuerzos rituales y corporales, necesarios para alcanzar la absorción en la divinidad. Esfuerzos cada vez mayores y más numerosos a medida que uno se aleja del Principio y que la gracia es más débil.
Se puede decir que la realización espiritual en su integralidad está ligada a la gracia: ésta determina la vía recorrida, el maestro encontrado, la iniciación recibida e incluso el sistema religioso al cual está unida la fe del aspirante. Una gracia intensa corresponde a una vía sin gradación y la iluminación puede producirse en cualquier etapa. La gracia menos intensa determina vías menos altas «progresivas», de las que hay que recorrer las etapas esperando a que fulgure la intuición iluminadora, la cual aparecerá en un estadio más o menos avanzado de la vía según el grado de favor divino.
Es a la intensidad de la gracia a lo que obedece la progresión de los seres en los niveles del cosmos. Según su intensidad, ellos quedan en el plano de mâyâ o se elevan a niveles más altos: el plano de la naturaleza (prakriti) o el del espíritu original (purusha) o, más arriba todavía, a los planos de la «manifestación pura» donde liberados de los lazos del karma gracias al conocimiento alcanzarán a Shiva.
En la medida en la que solo la potencia del Señor encamina al ser humano hacia Shiva, los ritos, cuyo papel es el de abrir o marcar la vía hacia la salvación, dependen ellos también de la gracia. Los diferentes grados de iniciación shivaita y sus diversas formas también dependen de ella. Es así como el iniciado shivaita ordinario, «regular», el samayin, va caminando progresivamente hacia Shiva, mientras que el «hijo espiritual», el putraka, accede rápidamente o inmediatamente a los planos más elevados, mientras que el sâdhaka puede llegar rápidamente o lentamente. Es en función de la gracia que se recorrerán más o menos rápidamente las etapas iniciáticas, o que se llegará directamente al estado de maestro iluminado.
La omnipresencia de Shiva, el hecho de que en última verdad, él sea el único actor en este mundo, explica que la gracia esté operando por todas partes y que solo de ella dependa la liberación. Esta concepción, que correría el riesgo en otras perspectivas de hacer del ser humano un juguete pasivo de la omnipotencia divina, no desemboca en nada así dentro del no-dualismo shivaita, sino que, por el contrario, desemboca en la afirmación más radical de la libertad. Para Abhinavagupta, en efecto Shiva está en el centro de la realidad humana puesto que es la Consciencia la que, velándose libremente, se transforma (sin que en ella misma nada cambie) en la multiplicidad de las consciencias que, por ello, tienen, por su naturaleza misma, parte total en su vida y en su plenitud. La quíntuple actividad de Shiva (emisión, mantenimiento, reabsorción, ocultamiento y gracia del universo) va entonces a reencontrarse en el plano de la consciencia humana: esta no alcanzará la plenitud más que
si se reconoce como la autora de estas actividades divinas que se despliegan constantemente en ella, en cada uno de nosotros. Es captando el sentido profundo y la naturaleza esencial de nuestros actos, como nosotros accederemos a la Consciencia última: «en las cinco actividades de emisión, conservación, reabsorción, obnubilación y gracia, –escribe Abhinavagupta– el agente es Shiva, que es consciencia. Para el yogui convencido de que es él mismo quién, en la plenitud de su libertad, es el autor de la quíntuple actividad, adoración, plegaria, contemplación y yoga están perpetuamente en acto (perpetuamente surgiente, siempre presente y vivo)», es decir que todas las actividades yóguicas, espirituales o rituales están penetradas, iluminadas por la Consciencia divina e identificadas desde ese momento con esa Realidad Infinita. Es más, es toda la naturaleza, toda la vida de ese yogui la que está identificada con la vida divina.
La liberación en esta perspectiva, no consiste solamente en la emancipación de las ataduras del samsara, que, incluso si es obtenida a través del conocimiento, conserva algo de negativo: la liberación, aquí, es plenitud, ya que se trata de realizar el Si-mismo en todas sus manifestaciones. Al revelarse Shiva sin cesar de una quíntuple manera, el adepto liberado reencontrará en todas partes de su vida esta quíntuple actividad percibiendo todo lo que hace o todo lo que le ocurre como otros tantos aspectos del juego divino que se despliega en la manifestación universal inefable de Shiva. El ser liberado no abandona el mundo. Permanece libre, en la alegría y en la plenitud, participando en el surgimiento sin fin de la omnipotencia divina. Es en este sentido que Abhinavagupta a podido escribir: «la liberación no otra en realidad más que el despliegue de nuestra propia esencia, no siendo esta nada más que la consciencia de Si».
Infinitamente raros son de todas maneras los seres liberados en esta vida. Raros también, dice Abhinavagupta, los que son tocados por una gracia suficiente para llevarles a la liberación en el momento de la muerte o en los estados siguientes. La inmensa mayoría de los seres (incluidos la inmensa mayoría de los shivaitas no duales) no pueden encaminarse más que a través de la plegaria, la meditación y los ritos, hacia un objetivo lejano. Si se pone a un lado el breve capítulo segundo, es para todos estos que la gracia no ha liberado inmediatamente, para los que están descritas en el Tantraloka las vías a seguir, en su diversidad.
Esta vías no podemos concebirlas como caminos perfectamente trazados que uno sigue tal cual hasta llegar al objetivo designado y, de alguna manera, exterior al camino: de ninguna manera es ese el enfoque. No son simples medios con el fin de llegar a una meta en la cual acaban. Las vías participan del objetivo al que apuntan. Son ellas, ya de algunamanera, el objetivo. La vía es una totalidad en la que, la intuición de la plenitud de la Consciencia indiferenciada, la dicotomía, vía o medio (upâya) y objetivo a alcanzar (upeya), desaparecen. La distinción entre vía y objetivo, dice Abhinavagupta, es un error propio del conocimiento empírico, inferior. Ciertamente, todo proyecto es tensión hacia un
objetivo ya presente en el horizonte de la consciencia. El proyecto colorea, orienta la manera de estar en el mundo, él es esta presencia en el mundo. Pero aquí, Shiva, suprema luz, está por todo y siempre evidente. El ilumina esta vía porque el la constituye. «Todo esto no es nada más que el despliegue del supremo Señor», dice Jayaratha. El mundo es una cadena, una esclavitud, para el que ignora esto. Pero, si se toma consciencia aquí mismo de esta realidad, uno ya está liberado. Ir hacia la liberación es en suma, formar parte ya de ella.
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