CAPÍTULO II
EL CONOCIMIENTO DEL SÍ MISMO SIN-CAMBIO Y NO-DUAL
45.— Un cierto brahmachârin [el que pertenece al primero de los cuatro órdenes de la vida, un
estudiante], cansado de la existencia transmigratoria que consiste en el
nacimiento y la muerte, y aspirando a la liberación, se acercó de la manera
prescrita a un Conocedor del Brahman establecido en Él, y sentándose cómodamente, dijo,
«¿Cómo puedo yo, Señor, ser liberado de esta existencia transmigratoria?
Consciente del cuerpo, de los sentidos y sus objetos, yo siento aflicción en el
estado de vigilia y también en el estado de sueño con sueños una y otra vez,
después de los intervalos de reposo en el sueño profundo experimentado por mí.
¿Es está mi naturaleza propia o es ella causal, siendo yo de una naturaleza
diferente? Si ella es mi naturaleza propia, yo no puedo tener ninguna esperanza
de liberación, pues uno no puede deshacerse de su naturaleza propia. Pero si
ella es causal, la liberación de ella puede ser posible eliminando la causa».
46.— El maestro le dijo, «Escucha, hijo mío, ella no es tu naturaleza;
ella es causal».
47.— Dicho esto, el discípulo dijo, «¿Cuál es la
causa, qué le pondrá fin y cuál es mi naturaleza? Al poner fin a esa causa,
habrá la ausencia del efecto, y yo volveré a mi propia naturaleza, lo mismo que
un paciente que vuelve a la situación normal (de su salud) cuando es eliminada
la causa de su enfermedad».
48.— El maestro dijo, «La causa es la Ignorancia. El
Conocimiento la pone fin. Cuando la Ignorancia, la causa, sea eliminada, tú
estarás liberado de la existencia transmigratoria, consistente en el nacimiento
y la muerte. Y nunca sentirás de nuevo aflicción en los estados de vigilia y
sueño con sueños».
49.— El discípulo dijo, «¿Qué es esa Ignorancia?
¿Cuál es su sede (¿cuál es su objeto?) y cuál es el Conocimiento por cuyo medio
puedo volver a mi naturaleza propia?»
50.— El maestro dijo, «Tú eres el Sí mismo Supremo
no-transmigratorio, pero piensas erróneamente que tú eres alguien sujeto a la
transmigración. (Similarmente), no siendo ningún hacedor ni ningún
experimentador, te consideras erróneamente a ti mismo que lo eres. Así mismo,
tú eres eterno, pero te consideras erróneamente a ti mismo como no eterno. Esto
es ignorancia».
51.— El discípulo dijo, «Aunque eterno, yo no soy el
Sí mismo Supremo. Mi naturaleza es una naturaleza de existencia transmigratoria
consistente en ser hacedor y experimentador de sus resultados, como es sabido
por evidencias tales como la percepción sensorial, etc. No es debido a la Ignorancia.
Pues la Ignorancia no puede tener el Sí mismo interior como su objeto. La
ignorancia consiste en la sobreimposición de las cualidades de una cosa sobre
otra, por ejemplo, la bien conocida plata sobre la bien conocida madreperla o
un bien conocido ser humano sobre un (bien conocido) tronco de árbol y viceversa. Una cosa no-conocida no puede ser sobreimpuesta sobre una cosa
conocida y viceversa. El no-Sí mismo no puede ser sobreimpuesto sobre el
Sí mismo, pues Él no es conocido. Similarmente, el Sí mismo no puede ser
sobreimpuesto sobre el no-Sí mismo por la misma razón».
52.— El maestro le dijo, «Eso no es así. Hay
excepciones. Pues, hijo mío, no puede haber una regla de que solo cosas bien
conocidas se sobreimpongan sobre otras cosas bien conocidas, ya que nosotros
nos encontramos con la sobreimposición de algunas cosas sobre el Sí mismo. La
belleza y la obscuridad, que son propiedades del cuerpo, son sobreimpuestas
sobre el Sí mismo, que es el objeto de la consciencia “yo”, y el mismo Sí mismo
es sobreimpuesto sobre el cuerpo».
53.— El discípulo dijo, «En ese caso, el Sí mismo
debe ser bien conocido debido a que es el objeto de la consciencia “yo”. El
cuerpo también debe ser bien conocido pues se habla de él como “este” (cuerpo).
Cuando esto es así, se trata de un caso de sobreimposición mutua del cuerpo
bien conocido y del Sí mismo bien conocido, como el de un ser humano y el
tronco de un árbol o el de la plata y la madreperla. (No hay, por consiguiente,
ninguna excepción aquí). Así pues, ¿cuál es la peculiaridad con referencia a la
cual dice usted que no puede haber una regla de que la sobreimposición mutua
solo sea posible de dos cosas bien conocidas?»
54.— El maestro dijo, «Escucha. Es cierto que el Sí
mismo y el cuerpo son bien conocidos, pero no son bien conocidos por todas las
gentes como objetos de conocimientos diferentes, lo mismo que un ser humano y
un tronco de un árbol. (Pregunta) ¿Cómo son conocidos entonces? (Respuesta).
(Son conocidos siempre) como los objetos de un conocimiento indiferenciado.
Puesto que nadie los conoce como objetos de conocimientos diferentes diciendo,
“Esto es el cuerpo” y “Esto es el Sí mismo”. Por esta razón las gentes están
engañadas sobre la naturaleza del Sí mismo y del no-Sí mismo, y dicen, “El Sí
mismo es de esta naturaleza” y “Él no es de esta naturaleza”. Se trataba de
esta peculiaridad cuando he dicho que no había ninguna regla tal (a saber, solo
las cosas bien conocidas pueden ser sobreimpuestas una sobre otra).
55.— Discípulo: «Todo lo que es sobreimpuesto debido
a la ignorancia sobre alguna otra cosa, se encuentra que es no-existente en esa
cosa, por ejemplo, la plata en la madreperla, un ser humano en el tronco de un
árbol, una serpiente en una cuerda, y la forma de una sartén en el cielo.
Similarmente, tanto el cuerpo como el Sí mismo, objetos siempre de un
conocimiento indiferenciado, serían no-existentes uno en el otro si estuvieran
mutuamente sobreimpuestos, lo mismo que la plata, etc., sobreimpuesta sobre la
madreperla y otras cosas, y viceversa, son siempre absolutamente no-existentes.
Igualmente, el Sí mismo y el no-Sí mismo serían no-existentes si estuvieran
sobreimpuestos similarmente uno sobre otro debido a la Ignorancia. Pero eso no
es deseable, pues es la postura de los nihilistas. Si, en lugar de una
sobreimposición mutua, (solo) el cuerpo está sobreimpuesto debido a la
Ignorancia sobre el Sí mismo, el cuerpo será noexistente en el Sí mismo
existente. Eso tampoco es deseable, pues contradice la percepción sensorial,
etc. Por consiguiente, el cuerpo y el Sí mismo no están sobreimpuestos
mutuamente debido a la Ignorancia. (Si ellos no están sobreimpuestos) ¿entonces
qué? Ellos están siempre en una relación de conjunción entre sí, como los
pilares y los bambúes (de una casa)».
56.— Maestro: «Ello no es así. Pues en ese caso
surge la posibilidad de que el Sí mismo exista para el beneficio de otro y de
que sea no-eterno. El Sí mismo, al estar en contacto con el cuerpo, sería
existente para el beneficio de otro y sería no-eterno como la combinación de los
pilares y los bambúes. Además, el Sí mismo, que otros filósofos suponen unido
con el cuerpo, debe tener una existencia por causa de otro. Por consiguiente,
se concluye que exento de contacto con el cuerpo, el Sí mismo es eterno y
característicamente diferente de él». 57.— Discípulo: «Las objeciones de que el
Sí mismo, como el cuerpo solo, es no-existente, no-eterno y demás, son válidas
también si el Sí mismo que no está unido con el cuerpo estuviera sobreimpuesto
sobre él. El cuerpo sería entonces sin un Sí mismo y así entra en escena la
postura nihilista».
58.— Maestro: «No. (Tú no estás en lo cierto). Pues
nosotros admitimos que, como el éter, el Sí mismo es por naturaleza libre de
contacto con nada. Lo mismo que las cosas no están exentas del éter, aunque el
éter no está en contacto con ellas, así también, el cuerpo, etc., no están
exentos del Sí mismo, aunque el Sí mismo no está en contacto con ellos. Por
consiguiente, la objeción de la postura nihilista no se plantea.
59.— «No es un hecho que la no-existencia absoluta
del cuerpo contradiga la percepción sensorial, etc., puesto que la existencia
del cuerpo en el Sí mismo no es conocida por estas evidencias. El cuerpo no es
conocido que exista en el Sí mismo por percepción, etc., como una ciruela en un
agujero, mantequilla en la leche, o aceite en la semilla de sésamo o una
pintura pintada en una pared. Por consiguiente, no hay ninguna contradicción
con la percepción sensorial, etc.»
60.— Discípulo: «¿Cómo puede haber entonces la
superposición del cuerpo, etc., sobre el Sí mismo que no es conocido por la
percepción sensorial, etc., y la del Sí mismo sobre el cuerpo?»
61.— Maestro: «Eso no es una objeción (válida). Pues
el Sí mismo es bien conocido naturalmente. Puesto que nosotros vemos la forma
de una sartén sobreimpuesta sobre el cielo, no puede haber una regla de que hay
cosas conocidas solo ocasionalmente
sobre las que es posible la
sobreimposición y no sobre cosas que son conocidas siempre».
62.— Discípulo: «Señor, ¿es hecha la sobreimposición
mutua del cuerpo y el Sí mismo por la combinación del cuerpo, etc., o por el Sí
mismo?»
63.— El maestro dijo, «¿Importa si es hecha por uno
o por el otro?»
64.— Preguntado así, el discípulo dijo, «Si yo fuera
solo una combinación del cuerpo, etc., yo sería no-consciente y existiría solo
debido a otro. Por consiguiente, la sobreimposición mutua del cuerpo y el Sí
mismo no podría ser hecha por mí. Por otra parte, si yo fuera el Sí mismo, yo
sería característicamente diferente de la combinación del cuerpo, etc., sería
consciente, y, por consiguiente, existiría enteramente por mí mismo. Así pues,
soy yo, un ser consciente, quien hace esa sobreimposición, que es la raíz de
todos los males, sobre el Sí mismo».
65.— Dicho esto, el maestro dijo, «No hagas ninguna
sobreimposición, si sabes que ella es la raíz de todos los males». 66.—
Discípulo: «Señor, pero yo no puedo hacerlo, yo no soy independiente. Yo soy
hecho actuar por otro».
67.— Maestro: «Entonces tú no existes por ti mismo,
pues eres no-consciente. Eso por lo cual tú eres hecho actuar como alguien
dependiente de otro, es consciente y existe por sí mismo. Tú eres solo una
combinación (del cuerpo y otras cosas)».
68.— Discípulo: «¿Cómo soy yo consciente del dolor y
del placer y también de lo que usted dice, si yo soy no-consciente?»
69.— Maestro: «Eres tú diferente de la consciencia
del dolor y del placer y de lo que yo digo o no?»
70.— El discípulo dijo: «Es un hecho que yo soy
diferente de ellos. Pues yo los conozco como objetos de mi conocimiento, como las
vasijas y otras cosas. Si yo no fuera diferente, no podría conocerlos. Pero yo
los conozco; así pues, yo soy diferente. Si yo no fuera diferente, las
modificaciones de la mente llamadas dolor y placer y las palabras dichas por
usted existirían por sí mismas. Pero eso no es razonable. Pues el placer y el
dolor producidos por la pasta de sándalo y una espina respectivamente, y
también el uso de una vasija, no son por sí solos. Por consiguiente, los
propósitos servidos por la pasta de sándalo, etc., se deben a mí que soy su
conocedor. Yo soy diferente de ellos pues conozco todas las cosas penetradas
por el intelecto».
71.— El maestro le dijo: «Puesto que tú posees
consciencia, existes por ti mismo y no eres hecho actuar por otro. Pues un ser
consciente independiente no es hecho actuar por otro, ya que no es razonable
que uno que posee consciencia exista debido a otro que posee consciencia, al
ser ambos de la misma naturaleza como las luces de dos lámparas. Tampoco uno
que posee consciencia existe debido a otro que no tiene consciencia, pues no es
posible que una cosa exista por sí misma por el hecho mismo de que es
no consciente. Ni tampoco se ve que dos cosas no-conscientes existan una debido
a la otra, como la madera y la pared no sirven cada una al propósito de la
otra.
72.— Discípulo: «Pero puede decirse que el servidor
y el señor se ve que sirven cada uno al propósito del otro, aunque ellos son
igualmente poseedores de consciencia».
73.— Maestro: «Ello no es así. Pues yo hablo de la
consciencia que te pertenece a ti como el calor y la luz al fuego. Es por esta
razón que he citado el ejemplo de las luces de dos lámparas. Por consiguiente,
en tanto que consciencia sin cambio y eterna, lo mismo que el calor y la luz
del fuego, tú conoces todo lo que se presente a tu intelecto. Así pues, cuando
tú sabes siempre que el Sí mismo es sin ningún atributo, ¿por qué has dicho,
“Yo experimentó dolor y placer una y otra vez durante los estados de vigilia y
de sueño con sueños después de los intervalos de reposo en el sueño profundo”?
¿Y por qué has dicho, “¿Es ello mi naturaleza propia o es causal?”? ¿Se ha
desvanecido o no este engaño?
74.— A esto, el discípulo respondió, «El engaño,
Señor, ha desaparecido por su gracia; pero tengo dudas sobre la naturaleza sin
cambio que, dice usted, me pertenece». Maestro: «¿Qué dudas?» Discípulo: «El
sonido, etc., no existen independientemente pues ellos son no conscientes. Pero
vienen a la existencia cuando surgen en la mente modificaciones que parecen
sonido y demás. Es imposible que estas modificaciones tengan una existencia
independiente, pues son exclusivas de otro en cuanto a sus características
especiales (de parecer ser sonido, etc.), y parecen ser azules, amarillas, etc.
(Así pues, el sonido, etc., no son lo mismo que las modificaciones mentales).
Por consiguiente, se infiere que estas modificaciones son causadas por objetos
externos. Así pues, se prueba que las modificaciones parecen sonido, etc., a
saber, objetos que existen externamente. Similarmente, estas diferentes modificaciones
de la mente son también combinaciones, y, por consiguiente, no-conscientes. Así
pues, al no existir por sí mismas, como el sonido, etc., sólo existen cuando
son conocidas por uno diferente de ellas. Aunque el Sí mismo no es una
combinación, Él consiste en Consciencia y existe por Sí mismo; Él es el
conocedor de las modificaciones mentales que parecen ser azules, amarillas, y
demás. Por consiguiente, Él debe ser de una naturaleza cambiante. De aquí viene la duda sobre la naturaleza sin cambio del Sí mismo».
75.— El maestro le dijo, «Tu duda no es
justificable. Pues tú, el Sí mismo, verificas que eres libre de cambio, y, por
consiguiente, perpetuamente el mismo, en base a que todas las modificaciones de
la mente, sin ninguna excepción, son conocidas (simultáneamente) por ti. En lo
que concierne a tu duda, considera este conocimiento de todas las modificaciones, el cual es la razón de la inferencia mencionada antes. Si tú
fueras cambiante como la mente o los sentidos (que aprehenden sus objetos uno después
de otro), no conocerías simultáneamente todas las modificaciones mentales, es
decir, los objetos de tu conocimiento. Tampoco serías consciente solo de una
porción de los objetos de tu conocimiento (a la vez). Por consiguiente, tú eres
absolutamente sin-cambio».
76.— El discípulo dijo, «El conocimiento es el
significado de una raíz (verbal), y, por consiguiente, consiste ciertamente en
un cambio (toda raíz verbal significa acción); y el Conocedor (como dice usted)
es de una naturaleza sin-cambio. Esto es una contradicción ». 77.— Maestro:
«Eso no es así. Pues la palabra conocimiento es usada solo en sentido
secundario para significar un cambio llamado acción, el significado de una raíz
(verbal). Una modificación de la mente, llamada así una acción, acaba en un
resultado que es en sí mismo el reflejo del Conocimiento, es decir, del Sí
mismo. Por esta razón, a esta modificación se le llama conocimiento en un
sentido secundario, de la misma manera que, a la acción de cortar una cosa en
dos, se le llama secundariamente su separación en dos, lo cual es el resultado
último de la acción de cortar la cosa».
78.— Dicho esto así, el discípulo dijo, «Señor, el
ejemplo citado por usted no puede probar que yo soy sin-cambio». Maestro.—
«¿Cómo?» Discípulo.— «Pues, de la misma manera que la separación última (en
dos) se usa secundariamente para la acción de cortar que es el significado de
la raíz (verbal), así también la palabra conocimiento se usa secundariamente
para la modificación mental que es el significado de la raíz (verbal) conocer, y que acaba en el resultado que es un cambio en el Conocimiento. Por consiguiente, el ejemplo citado por usted, no
puede establecer la naturaleza sin-cambio del Sí mismo».
79.— El maestro dijo, «Lo que tú dices sería
verdadero si hubiera una distinción entre el Conocedor y el Conocimiento. Pues,
el Conocedor es solo Conocimiento eterno. El Conocedor y el Conocimiento no son
diferentes como aparecen en la filosofía argumentativa ».
80.— Discípulo: «¿Cómo es entonces que una acción acaba
en un resultado que es el Conocimiento?
81.— El maestro dijo, «Escucha. Se dijo que la
modificación mental, llamada acción, acababa en un resultado que era el reflejo del Conocimiento. ¿No lo escuchaste? Yo no dije que un cambio fuera
producido en el Sí mismo como resultado (de la modificación de la mente)».
82.— El discípulo dijo, «¿Cómo entonces soy yo el
que soy sin cambio, el conocedor, como usted dice, de todas las modificaciones
mentales, es decir, los objetos de mi conocimiento? »
83.— El maestro le dijo, «Yo te he dicho la cosa
verdadera. El hecho mismo (de que tú conoces simultáneamente todas las
modificaciones mentales) fue aducido por mí como la razón de que tú eres
eternamente inmutable».
84.— Discípulo: «Si esto es así, Señor, ¿cuál es
entonces mi falta cuando los cambios mentales que semejan sonido, etc., y que
resultan en el reflejo del Conocimiento, mi naturaleza propia, son
producidos en mí, que soy de la naturaleza de la Consciencia sin cambio y
eterna?»
85.— Maestro: «Es verdadero que tú no has de ser
culpado. Como te he dicho antes, la Ignorancia es la única falta».
86.—
Discípulo: «Señor, ¿por qué hay (en mí) los estados de sueño con sueños y
vigilia, y yo soy absolutamente sin cambio como el que está en sueño profundo?»
87.— El maestro le dijo, «Pero tú siempre los
experimentas (cuando surgen)».
88.— Discípulo: «Sí, yo los experimentó a
intervalos, pero no continuamente».
89.— El maestro dijo, «Entonces ellos son solo
adventicios, y no son tu naturaleza propia. Ciertamente, ellos serían continuos
si fueran auto-existentes como la Consciencia Pura, que es tu naturaleza
propia. Además, ellos no son tu naturaleza propia puesto que son
no-persistentes, como los vestidos y otras cosas. Pues lo que es la naturaleza
propia de uno no se ve nunca que cese de persistir mientras persiste uno. Pero
la vigilia y el sueño profundo cesan de persistir mientras la Consciencia Pura
continúa persistiendo. Persistiendo en el sueño profundo la Consciencia Pura,
el Sí mismo, todo lo que es no-persistente (en ese tiempo) es destruido o
negado como cosas adventicias, mientras que las propiedades de la naturaleza de
uno no se encuentra nunca que posean estas características; por ejemplo, se ve
la destrucción del dinero, de los vestidos, y la negación de las cosas
adquiridas en el sueño con sueños o en la ilusión».
90.— Discípulo: «Pero, Señor, si esto es así, tiene
que admitirse que la Consciencia Pura misma es adventicia como la vigilia y el
sueño con sueños. Pues ella no es conocida en el sueño profundo. O bien (puede
ser que yo tenga una consciencia adventicia) o bien yo soy no-consciente por
naturaleza».
91.— Maestro: «No. (Lo que dices no es verdadero).
Piensa sobre ello. No es razonable (decir eso). Tú puedes considerar la
Consciencia Pura como adventicia (si fueras suficientemente sabio); pero no
puedes probar que lo sea razonando ni siquiera en un centenar de años, ni
tampoco (puede ser probado que lo sea) ni siquiera por un hombre necio. Como la
consciencia (que tiene como adjuntos las modificaciones mentales) es una
combinación, nadie puede impedir su existencia por causa de otro, ni su
multiplicidad y destructibilidad por un razonamiento cualquiera; pues nosotros
ya hemos dicho que todo lo que no existe por sí mismo no es auto-existente. La Consciencia
Pura, el Sí mismo, es auto-existente. Nadie puede impedir Su independencia de
otras cosas pues Él no cesa de existir nunca».
92.—
Discípulo: «Pero yo he mostrado una excepción, a saber, yo no tengo ninguna
consciencia en sueño profundo».
93.— Maestro:
«No, tú te contradices a ti mismo». Discípulo: «¿Cómo es ello una
contradicción?» Maestro: «Tú te contradices a ti mismo al decir que no eres
consciente, cuando, de hecho, lo eres». Discípulo: «Pero, Señor, yo no he sido
nunca consciente de la consciencia ni de nada en el sueño profundo». Maestro:
«Así pues, tú eres consciente en el sueño profundo. Pues tu niegas la
existencia de los objetos del Conocimiento (en ese estado), pero no niegas la
existencia del Conocimiento. Ya te he dicho que lo que es tu Consciencia no es
nada sino Conocimiento absoluto. La Consciencia, debido a cuya presencia tú
niegas (la existencia de cosas en el sueño profundo) diciendo, “Yo no era
consciente de nada”, es el Conocimiento, la Consciencia que es tu Sí mismo.
Puesto que Él no cesa de existir nunca, Su inmutabilidad eterna es
auto-evidente y no depende de ninguna evidencia; por el contrario, un objeto
del Conocimiento diferente del Conocedor auto-evidente, depende de una
evidencia para ser conocido. A diferencia del objeto, el Conocimiento eterno,
que es indispensable para probar las cosas no-conscientes diferentes del Sí
mismo, es inmutable; pues Él es siempre de una naturaleza auto-evidente. El
hierro, el agua, etc., que no son de la naturaleza de la luz y el calor, dependen
para ellos del sol, del fuego y de otras cosas diferentes de ellos, pero el sol
y el fuego mismos, siempre de la naturaleza de la luz y el calor, no dependen
para ellos de nada más; así también, al ser de la naturaleza del Conocimiento
puro, el Sí mismo no depende de ninguna evidencia para probar que Él existe o
que Él es el Conocedor».
94.— Discípulo: «Pero es conocimiento transitorio
solo, y no Conocimiento eterno, el que es el resultado de una prueba».
95.— Maestro: No. No puede haber razonablemente una
distinción de perpetuidad u otra en el Conocimiento. No se sabe que el
conocimiento transitorio, y no el Conocimiento eterno, es el resultado de una
prueba, pues el Conocimiento mismo es ese resultado ».
96.—
Discípulo: «Pero el Conocimiento eterno no depende de un Conocedor, mientras
que el conocimiento transitorio sí, pues es producido por un esfuerzo mediador.
Esto es la diferencia».
97.— Maestro: «El Conocedor, que es el Sí mismo, es
entonces auto-evidente, pues no depende de ninguna evidencia (para ser
probado)».
98.— Discípulo: «(Si el Conocimiento del Sí mismo
fuera independiente de una evidencia, sobre la base de que Él es eterno), ¿por
qué la ausencia del resultado de una evidencia con respecto al Sí mismo no
habría de establecerse sobre la misma base?» Maestro: «No. Eso ya ha sido
refutado sobre la base de que es el Conocimiento puro el que está en el Sí
mismo».
99.— «¿A quién pertenecerá el deseo (de conocer una
cosa), si el Conocedor depende de una evidencia para ser conocido? Se admite
que el que está deseoso de conocer una cosa es el conocedor. Su deseo de
conocer una cosa tiene por objeto la cosa a ser conocida y no el conocedor.
Pues, en este último caso, surge un regressus ad infinitum con respecto al conocedor y también con respecto al
deseo de conocer al conocedor, en tanto que han de ser conocidos el conocedor
del conocedor y así sucesivamente. Además, al no mediar nada, el Conocedor, el
Sí mismo, no puede caer nunca en la categoría de lo conocido. Pues una cosa a
ser conocida, deviene conocida, cuando es distanciada del conocedor por el
nacimiento de un deseo, recuerdo, esfuerzo o evidencia mediadores por parte del
conocedor. No puede haber conocimiento de un objeto de ninguna otra manera.
Además, no puede imaginarse que el conocedor mismo sea distanciado por alguien
de su propio deseo, etc. Lo mismo que la memoria tiene como su objeto la cosa a
ser recordada, y no al que la recuerda, así también el deseo tiene por su
objeto la cosa a ser deseada, y no al que la desea. Así pues, como
anteriormente, surge un inevitable regressus ad infinitum si la memoria y el deseo tienen como sus objetos a
sus propios agentes.
100.— Discípulo: «Pero el conocedor permanece
desconocido si no hay ningún conocimiento que tenga como su objeto al conocedor».
101.— Maestro: «No. El conocimiento del conocedor
tiene como su objeto la cosa a ser conocida. Si tiene como su objeto al
conocedor mismo, entonces surge un regressus ad infinitum como anteriormente. Ya ha sido mostrado que, como el
calor y la luz del sol, del fuego y otras cosas, el Conocimiento que es
sin-cambio, eterno y autoefulgente tiene una existencia en el Sí mismo
enteramente independiente de todo lo demás. Ya he dicho que si el Conocimiento
autoefulgente que hay en el Sí mismo fuera transitorio, devendría irracional
que el Sí mismo existiera por Sí mismo, y que, siendo una combinación, tendría
impurezas y tendría una existencia debida a otro, como la combinación del
cuerpo y los sentidos. Discípulo: «¿Cómo?» Maestro: «Si el Conocimiento autoefulgente
en el Sí mismo fuera transitorio, tendría una distancia (con-Sigo mismo) por la
intervención de la memoria, etc. Entonces, sería no-existente en el Sí mismo
antes de ser producido y después de ser destruido, y el Sí mismo, que entonces
sería una combinación, tendría una existencia debida a otro, como la del ojo,
etc., producida por la combinación de algunas cosas. El Sí mismo no tendría
ninguna existencia independiente, si este Conocimiento fuera producido antes de
estar en Él. Solo debido a la ausencia o a la presencia del estado de ser
combinado, se sabe que el Sí mismo existe por Sí mismo y el no-Sí mismo por
otro. Por consiguiente, queda establecido que el Sí mismo es de la naturaleza
del Conocimiento eterno y autoefulgente ».
102.— Discípulo: «¿Cómo puede el conocedor ser un
conocedor, si él no es la sede del conocimiento producido por las evidencias?»
103.— El maestro dijo, «El conocimiento producido
por una evidencia no difiere en su naturaleza esencial si uno lo llama eterno o
transitorio. El Conocimiento, (aunque sea) producido por una evidencia, no es
nada sino conocimiento. El conocimiento precedido por la memoria, el deseo,
etc., y que se supone que es transitorio, y ese que es eterno e inmutable, no
difieren en su naturaleza esencial. Lo mismo que el resultado de las acciones
transitorias de permanecer, etc., y el de las permanentes no precedidas de esta
manera, no difieren en su naturaleza esencial, y, por consiguiente, se dan
afirmaciones idénticas, tales como “Las gentes permanecen”, “Las montañas
permanecen”, etc., así también, al Conocedor, aunque de la naturaleza del
Conocimiento eterno, se le llama un conocedor sin contradicción, puesto que el
Conocimiento eterno es el mismo que el producido por una evidencia (en lo que
concierne a su naturaleza esencial)».
104.— Aquí el discípulo comienza una objeción: «No
es razonable que el Sí mismo que es sin cambio y de la naturaleza del
Conocimiento eterno, y que no está en contacto con el cuerpo y los sentidos,
sea el agente de una acción, como un carpintero en contacto con una azuela y
otros instrumentos. Surge un regressus
ad infinitum si el Sí mismo, que no
está conectado con el cuerpo, los sentidos, etc., tuviera que usarlos como Sus
instrumentos. Como los carpinteros y otros están siempre conectados con cuerpos
y sentidos, no hay ningún regressus
ad infinitum cuando ellos usan azuelas
y otros instrumentos ».
105.— Maestro: «Hacer no es posible sin el uso de
instrumentos. Por consiguiente, los instrumentos tienen que ser asumidos. La
asumición de instrumentos es, por supuesto, una acción. A fin de ser el agente
de esta acción, tienen que ser asumidos otros instrumentos. Al asumir estos
instrumentos, tienen que asumirse aún otros instrumentos. Por consiguiente, un regressus ad infinitum es así inevitable si el Sí mismo, que no está unido
a nada, tuviera que ser el agente. «Tampoco puede decirse que es una acción lo
que hace acto al Sí mismo. Pues una acción no hecha no tiene ninguna
existencia. Tampoco es posible que algo (previamente existente) haga acto al Sí
mismo, pues nada (excepto el Sí mismo) puede tener una existencia independiente
y ser un no-objeto. Las demás cosas diferentes del Sí mismo deben ser
no-conscientes, y, por consiguiente, se ve que no son Auto-existentes. Todas las
cosas, incluido el sonido, etc., vienen a existir cuando son probadas por las
funciones mentales que resultan en el reflejo del Sí mismo en ellas. «Uno, (aparentemente) diferente del Sí mismo, y
poseedor de consciencia, no debe ser otro que el Sí mismo, que es libre de
combinación con otras cosas y existente solo por Sí mismo». «Nosotros tampoco
podemos admitir que el cuerpo, los sentidos y sus objetos existan por sí
mismos, pues se ve que dependen para su existencia de las modificaciones
mentales que resultan del reflejo del Sí mismo (en ellos)».
106.— Discípulo: «Pero nadie depende de ninguna otra
evidencia, tal como la percepción sensorial, etc., para conocer el cuerpo».
107.— Maestro: Sí, ello es así en el estado de
vigilia. Pero en la muerte y en el sueño profundo, el cuerpo depende también de
evidencias tales como la percepción sensorial, etc., para ser conocido. El caso
es similar con los sentidos. Son el sonido externo y otros objetos los que son
transformados en el cuerpo y los sentidos; por consiguiente, éstos dependen
también de evidencias, como la percepción sensorial, etc., para ser conocidos.
Ya he dicho que el conocimiento, que es el resultado producido por evidencias,
es el mismo que el Sí mismo auto-evidente, autoefulgente y sin-cambio.
108.— El objetor (el discípulo) dice, «Es
contradictorio afirmar que el conocimiento es el resultado de evidencias y (al
mismo tiempo) que es el Sí mismo autoefulgente que es sin-cambio y eterno». La
respuesta que se le da es ésta: «Ello no es una contradicción». Pregunta:
«¿Cómo entonces es el Conocimiento un resultado?» Respuesta: «Él es un
resultado en un sentido secundario: aunque es sin-cambio y eterno, Él es notado
solo en la presencia de las modificaciones mentales llamadas la percepción
sensorial, etc., pues ellas son los instrumentos para hacer-Le manifiesto. Él
parece ser transitorio, pues las modificaciones mentales llamadas percepción
sensorial, etc., lo son. Se debe a esta razón que Él sea llamado el resultado
de pruebas en un sentido secundario».
109.— Discípulo: «Señor, si esto es así,
independiente de las evidencias que Le conciernen, el Conocimiento sin-cambio y
eterno, que es la Consciencia del Sí mismo, es ciertamente auto-evidente; y
todas las cosas diferentes de Él, y, por consiguiente, no conscientes, tienen
una existencia debido solo al Sí mismo cuando se combinan para actuar unas con
otras (a fin de que los aconteceres del universo continúen
ininterrumpidamente). Sólo cuando el conocimiento de las modificaciones
mentales hace surgir el placer, el dolor y la ilusión, el no-Sí mismo sirve al
propósito del Sí mismo. Y solo como Conocimiento y como nada más tiene el no-Sí
mismo una existencia. Lo mismo que una serpiente en una cuerda, el agua en un
espejismo y otras cosas semejantes, que se encuentra que son no-existentes
excepto únicamente en el conocimiento por el cual son conocidas, así también la
dualidad experimentada durante la vigilia y el sueño con sueños no tiene
razonablemente ninguna existencia excepto en el conocimiento por el cual es
conocida. Así pues, puesto que tiene una existencia continua, la Consciencia
Pura, el Sí mismo, es eterno e inmutable, y no cesa de existir nunca en ninguna
modificación mental. El Sí mismo es uno sin segundo. Las modificaciones mismas
cesan de existir, pero el Sí mismo continúa existiendo. Lo mismo que en el
sueño las modificaciones mentales que parecen ser azules, amarillas, etc., se
dice que son realmente no existentes, pues cesan de existir mientras que el
conocimiento por el cual son conocidas tiene una existencia consciente
ininterrumpida, así también, en el estado de vigilia, ellas son así mismo
razonablemente no-existentes realmente, pues cesan de existir mientras que el
mismo conocimiento continúa existiendo. En cuanto al conocimiento (es decir, el
Sí mismo), él no tiene ningún otro conocedor (pues es Auto-evidente), y no
puede ser aceptado ni rechazado por Sí mismo. Puesto que no hay nada más
(excepto Mí mismo, la meta de mi vida está cumplida por su gracia)».
110.— Maestro: «Ello es exactamente así. Se debe a
la Ignorancia el que se experimente la existencia transmigratoria que consiste
en la vigilia y el sueño con sueños. Es el Conocimiento el que pone fin a esta
Ignorancia. Tú has obtenido así la Paz. Tú no sentirás nunca otra vez sufrimiento
en la vigilia ni el sueño con sueños. Tú está liberado de la miseria de esta
existencia transmigratoria».
111.— Discípulo: «Sí, Señor».
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