"Si hay una constante en todas las fuentes de yoga, esa es su insistencia en el carácter “secreto” de su enseñanza. El secretismo es la forma de salvaguardar la transmisión íntegra y protegerla de contaminaciones externas. Aunque actualmente el acceso a todo tipo de información es libre, rápido y cómodo, el carácter secreto del yoga sigue estando vigente. Cabe distinguir entre “información”, a la cual se puede acceder de manera casi ilimitada, y “conocimiento”, cuyo acceso está tan restringido hoy como siempre lo ha estado. En la tradición india, el conocimiento es un bien que se merece y conquista, no un derecho que tienen todos los hombres por igual, a modo de como se entiende en el mundo moderno. Tradicionalmente, el acceso a los textos clásicos estaba restringido a iniciados en yoga, principalmente porque su comprensión dependía directamente de su práctica. De esta forma, se evitaban malas lecturas manteniendo la escritura en secreto. Actualmente, casi todo el mundo puede tener acceso a la lectura de estas obras o a alguna de sus traducciones. Sin embargo, de todos los que tendrían acceso a la lectura, verdaderamente muy pocos se interesarán por las obras, y de esos, otros pocos las leerán. De esos escasos lectores, alguno será practicante de yoga. Y de esos practicantes, quizá alguno llegue a comprender su contenido. De esta manera, se puede entender que la restricción de este tipo de textos sigue siendo la misma que cuando fueron redactados por primera vez. La única diferencia es que tradicionalmente se evitaban las lecturas inapropiadas a través del secretismo, y en el mundo moderno, el libre acceso a la información propicia que algunos confundan “información” con “conocimiento”. Más allá de esas distinciones, el conocimiento verdadero sigue estando protegido como siempre lo estuvo." - José A. Offroy Arranz

viernes, 6 de diciembre de 2013

LA MEDITACIÓN MAHAMUDRA - Khenchen Thrangu Rinpoche Geshe Lharampa - part 2

Capítulo 2

La meditación shamatha en el mahamudra


LOS CUATRO PREPARATIVOS COMUNES
La práctica de la meditación mahamudra se compone de dos partes: las prácticas preliminares y la práctica principal. Hay dos clases de prácticas preliminares: las ordinarias y las extraordinarias.
En esencia, las prácticas preliminares ordinarias son las cuatro contemplaciones que nos motivan a practicar el Dharma.

La primera de las prácticas preliminares comunes consiste en recordar que hemos tenido un precioso nacimiento humano y que al haber encontrado el Dharma somos muy afortunados. El propósito de esta contemplación es inspirarnos a no desperdiciar nuestra vida humana y alentarnos a cultivar la práctica espiritual.

La segunda contemplación consiste en el reconocimiento de que a pesar de ser muy afortunados por ser humanos y tener acceso a las enseñanzas espirituales, hay muchas condiciones adversas que pueden hacer que nuestras vidas terminen en cualquier momento. Así que se trata de una contemplación sobre la impermanencia de la vida humana. Esto nos inspira no solo a practicar, sino a practicar con presteza.

La tercera es la contemplación de los resultados de las acciones, que nos inspira a basar nuestra práctica del Dharma en el desarrollo de acciones virtuosas y en el abandono de las acciones no virtuosas. La cuarta es la contemplación de los defectos del samsara, que nos recuerda el propósito real de la práctica del Dharma, es decir, liberarnos a nosotros mismos y a los demás de las causas y de los resultados del samsara.

Necesitamos tener entusiasmo hacia las enseñanzas para practicar el Dharma, y los cuatro fundamentos comunes nos ayudan a desarrollar este entusiasmo o diligencia.

La impermanencia es la contemplación más importante, aunque al principio resulte algo deprimente. Es algo sobre lo que no queremos pensar, ni, aún menos, meditar. Pero resulta extremadamente útil, pues como dijo el Buda: «La contemplación de la impermanencia proporciona la primera inspiración para practicar el Dharma». El reconocimiento de la impermanencia es lo que primero nos inspira a apreciar y gozar del Dharma. Además, la impermanencia nos incita a ser diligentes. Cuando estamos comprometidos con la práctica, a veces nos resulta difícil aplicarnos a ella, pero la contemplación
de la impermanencia nos ayuda a superar esta dificultad. Así que la contemplación regular u ocasional de la impermanencia siempre resulta útil.

¿Cómo se medita sobre la impermanencia? Simplemente miramos el mundo que nos rodea. Si miramos las cosas, los lugares, las personas y sus actividades, vemos que estas son impermanentes en el sentido de que se encuentran en constante cambio. Así que, básicamente, el reconocimiento de la impermanencia surge al contemplar nuestra experiencia de la vida y del mundo.

Como dijo Milarepa: «Mis libros son todo lo que aparece y existe. Nunca he estudiado lo que está escrito en tinta sobre papel». Si observamos nuestras vidas y las de otras personas, vemos que el cambio ocurre todo el tiempo y llegamos a reconocer la impermanencia, que nos inspira a practicar con
entusiasmo. Así que mucho más importante que tratar de meditar formalmente sobre la impermanencia es mirar alrededor.

LAS CUATRO PRÁCTICAS PRELIMINARES ESPECIALES
Además de las cuatro prácticas preliminares ordinarias, están los cuatro fundamentos especiales, que consisten en la toma refugio, la meditación vajrasattva que purifica el oscurecimiento y la maldad, el ofrecimiento del mándala que recoge las acumulaciones y el yoga gurú en el que se suplica al gurú raíz y a los gurús del linaje. Si podéis realizar estas cuatro prácticas de forma seguida, será muy útil para vuestra meditación. Pero no debéis pensar que si no podéis realizarlas significa que no podáis meditar. Desde luego que podéis practicar la meditación sin realizar estas prácticas, es solo que resultan muy beneficiosas.

APOYARSE EN UN SOPORTE EXTERNO
Tras las prácticas preliminares sigue la práctica de la meditación de la tranquilidad o shamatha. Shamatha tiene dos aspectos: la postura física de las siete enseñanzas de Vairocana y la técnica mental.
La técnica mental puede enseñarse de maneras diferentes dependiendo de si se practica en solitario o en grupo. Cuando se practica en solitario, se dan técnicas distintas para la meditación del día y de la noche. La meditación que no está madura necesita algún tipo de apoyo externo para controlar la mente.

La práctica del día consiste en colocar un pequeño objeto delante de nosotros, donde podamos verlo con facilidad, para que sirva de foco visual. Puede tratarse, por ejemplo, de un canto rodado o de un palo muy corto. El objeto no debería ser de un blanco fuerte, porque si es demasiado brillante, dañará nuestros ojos. La técnica consiste sencillamente en mirar directamente al objeto, sin perderlo de vista, y relajar la mente. No se trata de pensar sobre el objeto en forma alguna. No se trata de analizar el color o la forma del objeto ni nada parecido. Se trata simplemente de utilizar el objeto como un foco para la atención, de forma que no lo perdamos de vista, y esto se hace de manera relajada. Esta es la técnica para el día.

Si estáis meditando por la noche y no podéis ver el objeto con claridad, podéis visualizar una pequeña esfera de luz blanca, del tamaño de un guisante, entre las cejas, y dirigir vuestra atención a ese apoyo que habéis visualizado. A veces también podéis visualizar una esfera de luz negra del tamaño de un
guisante justo debajo de vosotros.

Los apoyos del día y de la noche están clasificados como objetos neutrales. El segundo tipo de apoyo es el que se conoce como objeto sagrado, que utiliza la forma del Buda. En esta técnica debéis visualizar el cuerpo del Buda delante de vosotros, y lo hacéis bastante pequeño. Entonces descansáis vuestra mente en ese cuerpo y no lo perdéis de vista. En general se nos enseña a cultivar fe y devoción hacia el Buda, incluyendo su forma, pero en esta técnica sencillamente utilizamos la forma del Buda como un apoyo para descansar la mente. Así que si nacen la fe y la devoción, está bien y no intentamos deshacernos de ellas, pero tampoco tratamos de crearlas de forma intencionada.
Simplemente descansamos nuestra mente en la forma.

En resumen, existen tres técnicas de meditación shamatha con un soporte externo: la técnica del día, la técnica de la noche y la técnica sagrada. Podéis alternar entre ellas según os parezca adecuado.

APOYARSE EN LA RESPIRACIÓN
La siguiente técnica de meditación shamatha que utiliza un apoyo externo consiste en el uso de la respiración. Puesto que esta es la técnica central de la práctica shamatha, existen muchas variantes y aquí veremos dos de ellas.

La primera consiste en seguir la respiración, es decir, en no perderla de vista o distraerse de ella; se trata simplemente de ser conscientes de la respiración. Así que seguimos al aire mientras entra y mientras sale. Desde luego siempre estamos respirando, pero normalmente no somos conscientes de ello. Y aquí sencillamente utilizamos la atención en la respiración como un apoyo para descansar la mente. La idea es no perder de vista la respiración. Sin embargo, si encontramos que nuestra mente se
vuelve particularmente salvaje, podemos descansar un poco o interrumpir la práctica y comenzarla de nuevo cuando nos hayamos refrescado.

La segunda técnica de shamatha basada en la respiración consiste en retener la respiración. Esto significa simplemente permitir que nuestra mente descanse en el intervalo entre la inspiración y la espiración. Hace falta distinguir entre dos formas de retener la respiración que tienen objetivos completamente diferentes. Hay una técnica de retener la respiración que se llama «respiración del jarrón» y que se realiza cuando se trata de trabajar con los canales sutiles, los vientos y las gotas. En esa técnica la respiración se mantiene con mucho esfuerzo. Aquí simplemente utilizamos la retención de la respiración como una técnica de shamatha o tranquilidad, así que es muy descansada.

La técnica comienza expulsando nueve veces el aire viciado de los pulmones. Las tres primeras veces se tapona la fosa nasal derecha con los dedos y se espira a través de la fosa nasal izquierda. La primera vez se espira con mucha suavidad. La segunda, se comienza suavemente pero a medida que avanza se vuelve más vigorosa. Y la tercera, se comienza con suavidad, se hace más vigorosa y se termina expulsando todo el aire viciado que se pueda a través de la fosa nasal izquierda. Entonces se repite el mismo proceso taponando la fosa nasal izquierda y expulsando el aire viciado a través de la fosa nasal derecha.

Primero con suavidad, después con fuerza y finalmente por completo. En la tercera ronda se repite el proceso sin taponar ninguna de las fosas nasales, de forma que se pueda expulsar el aire viciado a través de las ambas fosas a la vez. Después de esto simplemente se inspira con suavidad y se descansa la mente mientras el aire permanece dentro, antes de la espiración.

En esta técnica la respiración no se retiene en el pecho.
Tratad de mantenerla en vuestro vientre, lo que significa que lleváis el aire que habéis inspirado tan abajo como podáis, y entonces experimentáis la sensación de que se disuelve en el vientre. En ese momento sencillamente descansad vuestra mente en eso. Tan pronto como se haga incómodo, espiráis con suavidad. Entonces inspiráis y seguís repitiendo el proceso.

Aquellos de vosotros que conocéis las formas de retener la respiración que se utilizan cuando se medita sobre los canales, los vientos y las gotas, debéis tener cuidado de no confundir esta técnica con la que acabamos de explicar. La postura física y la forma de retener la respiración cuando se trabaja con los canales y los vientos son completamente diferentes en método y propósito a la respiración que hemos visto aquí.

En un contexto mahamudra retener la respiración significa sencillamente descansar la mente. Esto se realiza con extremada suavidad, de modo que, por ejemplo, cuando inspiráis, permitís que la respiración se quede dentro el tiempo que permanezca allí de forma natural. Entonces permitís que salga e inspiráis de nuevo. Hacéis esto para poder descansar la mente en el intervalo entre la inspiración y la espiración. Si incluso así se hace cansado, observad simplemente cómo se disuelve la respiración mientras espiráis e intentad permanecer en esto sin distracción.

Notad que en todas estas técnicas la falta de distracción no se refiere a una atención exclusiva. Significa sencillamente que, de forma muy relajada, vuestra mente no pierda de vista el foco, como, por ejemplo, la espiración.

DESCANSAR EN LA CLARIDAD DE LA OCTAVA CONCIENCIA
El siguiente paso en la práctica de shamatha consiste en no apoyarse en la respiración ni en ningún otro soporte externo.

Esta técnica está diseñada básicamente para aquellos que han logrado cierta calma mental mediante el trabajo con la respiración y las otras técnicas ya discutidas.

Para comprender esta técnica necesitamos examinar brevemente las facultades mentales que realizan el acto de meditación. Hablando de forma general, las funciones mentales pueden agruparse en seis u ocho conciencias. De estas, las seis primeras son más fáciles de detectar porque son funciones fluctuantes. Las conciencias séptima y octava son constantes y no fluctúan, y por lo tanto son más difíciles de percibir.

Las cinco primeras conciencias son las conciencias de los cinco sentidos. La primera conciencia sensorial es la conciencia visual, cuyo funcionamiento se basa en el ojo y experimenta imágenes, es decir, formas, colores y demás. Habitualmente pensamos: «Veo con mi ojos». Pero en realidad no vemos con los ojos. Nuestros ojos no ven, son materia. Nuestra conciencia visual ve apoyándose en el soporte que supone el ojo. La segunda conciencia es la conciencia auditiva, que se apoya en el oído y experimenta sonidos. Luego sigue la conciencia olfativa, que se apoya en la nariz y experimenta olores.

Después está la conciencia gustativa, que se apoya en la lengua y experimenta sabores. Y finalmente se encuentra la conciencia táctil, que se apoya en la sensibilidad de los nervios de todo el cuerpo y experimenta sensaciones táctiles.

Las cinco conciencias sensoriales experimentan sus objetos particulares, pero únicamente hacen eso. Las conciencias sensoriales experimentan sus objetos directamente, pero no pueden pensar sobre los objetos que perciben. Las conciencias sensoriales no generan pensamientos, como, por ejemplo, «Esto
es bello», «Esto es feo» y demás. En el abhidharma y en los textos sobre cognición válida (sánsc. pramana), las conciencias sensoriales están clasificadas como conciencias no conceptuales.

Por lo tanto, a pesar de que la experiencia sensorial continúa mientras estamos meditando, no son las conciencias sensoriales las que realizan el acto de meditación. Una de las razones por las que no pueden es que no son conceptuales; la otra, es sencillamente que no lo necesitan, porque como experiencias
directas no conceptuales, las conciencias sensoriales no dañan ni obstruyen el acto de meditación.

Sin embargo, la sexta conciencia es otro asunto. La sexta conciencia mental es la facultad del pensamiento, y funciona apoyándose en las conciencias sensoriales o en sí misma. La sexta conciencia produce pensamientos — «Esto es bueno», «Esto es malo», etc.— ya sea sobre los objetos de las
conciencias sensoriales, es decir, lo que es experimentado por los cinco sentidos, o sobre sus propios pensamientos anteriores. Es la sexta conciencia la que produce los pensamientos de gozo, de desdicha y demás. Casi toda la actividad mental de la que somos conscientes es producida por la sexta conciencia, y es la sexta conciencia la que produce los pensamientos. Así que realmente la claridad cognitiva de la sexta conciencia es la facultad que se utiliza en la meditación.

Las conciencias séptima y octava no son fluctuantes, lo que hace que sean más difíciles de observar en la experiencia directa.

La séptima conciencia se conoce como conciencia klesha o conciencia afligida. Las aflicciones mentales o kleshas se caracterizan, en general, como negativas, pero la séptima conciencia en sí misma no se considera negativa, sino neutral.
Los kleshas que nacen en esta séptima conciencia no se tratan de los kleshas habituales del apego, la agresividad y la ignorancia, sino de una fijación fundamental en el yo, la asunción subyacente del «yo».

La octava conciencia se llama conciencia alaya, conciencia base o conciencia fundamental, y se la llama así porque es el fundamento de las funciones que constituyen las otras siete conciencias. Como tal, es la claridad cognitiva incesante o capacidad cognitiva. Aunque la octava conciencia es una claridad cognitiva incesante, no es esta la conciencia que realiza los actos de meditación, sino que se trata de la conciencia que es experimentada durante la meditación.

La práctica de la meditación consiste en trabajar con el pensamiento. Cuando nacen los pensamientos, que son la proyección natural de la mente, sencillamente no los seguimos.
Al no seguirlos, no intentamos detenerlos ni deshacernos de ellos. Al no seguir los pensamientos, los pensamientos disminuyen y comenzamos a experimentar esta claridad cognitiva subyacente que es sin pensamiento. Esta es la claridad de la conciencia alaya, y en la práctica shamatha sencillamente descansamos en ella.

Para poder descansar sin distracciones en esta conciencia, necesitamos aplicar dos facultades: la atención y la vigilancia. La atención consiste sencillamente en no perder de vista u olvidar la intención de meditar sin distracción. La vigilancia consiste en reconocer lo que sucede en la mente, por ejemplo, saber si nos hemos distraído o no. Así que, en el contexto de shamatha, la meditación consiste en no seguir los pensamientos de la sexta conciencia y en descansar en la claridad básica de la octava conciencia.

MEDITAR SIN SOPORTE
Acabamos de hablar sobre la técnica de descansar la mente en shamatha sin utilizar un soporte. Ahora veremos cómo se practica esto:

La postura física de las siete enseñanzas de Vairocana es la misma, pero la técnica mental consiste en que no hay ningún objeto sobre el que centrarse. No utilizamos ningún objeto visual (como un canto rodado o la respiración) para centrarnos, sino que experimentamos la claridad cognitiva incesante de la sexta conciencia, que nace como la proyección de esta conciencia en forma de pensamientos.

La proyección de la sexta conciencia toma a veces la forma de pensamientos sobre el pasado, y no los seguimos. A veces toma la forma de pensamientos sobre el futuro, y tampoco los seguimos. En otras ocasiones toma la forma de pensamientos sobre cómo son las cosas ahora, sobre esta o aquella cosa y
demás, y tampoco los seguimos. Simplemente descansamos en la experiencia directa del momento presente. Cuando comenzáis con esta técnica, necesitáis sesiones de meditación muy cortas, después podéis alargarlas de forma gradual.

Para aplicar esta técnica necesitáis la atención y la vigilancia.
Cuando nace un pensamiento, reconocéis que ha nacido y no lo seguís. Esto no quiere decir que debáis considerar a los pensamientos como un problema y tratar de eliminarlos. Si no los seguís, los pensamientos se disuelven y podéis volver a un estado de calma, y si se trata de una calma lúcida, eso es buena shamatha.

LOS OBSTÁCULOS DE LA AGITACIÓN Y EL LETARGO
En ocasiones surgirán problemas, como la fiereza de la mente, el arrepentimiento, la duda, la agresividad y otros similares. Todos los problemas que pueden surgir durante la meditación pueden dividirse básicamente en dos grupos. El primero es la agitación, donde la mente no encuentra descanso, es decir, no se está quieta. El segundo es el letargo, donde la mente se encuentra turbia y falta de claridad.

En la práctica de shamatha, cuando aparecen estos defectos, debéis reconocerlos y permitir que se vayan. La mayoría de los tipos de agitación que surgen durante la práctica de shamatha pueden contrarrestarse relajando la mente. En otras palabras, si cuando reconocéis que se está produciendo la agitación, relajáis la mente, eso bastará para ocuparse de ella.

Una excepción consiste en un tipo de agitación particular que se produce debido a pensamientos que os agradan mucho y a los cuales os aferráis. En ese caso, aun si conseguís ahuyentarlos de manera temporal, estos pensamientos volverán de nuevo. Si os sucede esto, debéis recordaros que estáis intentando meditar y que el aferrarse a esos interesantes pensamientos interfiere con el acto de meditación. Reconocer este hecho os permitirá dejar ir los pensamientos y estos se disolverán.

En el caso del letargo normalmente basta con reconocer que la mente se encuentra turbia y falta de claridad para despejarla un poco.

Por último, existen técnicas específicas para tratar con la agitación y el letargo. Una técnica específica para tratar con la agitación consiste en la «respiración del jarrón», en la cual la respiración se retiene con suavidad bajo del abdomen durante un momento. Una técnica específica para tratar con el letargo
consiste en «expulsar el aire malo», es decir, exhalar todo el aire viejo de nuestro sistema.

La meditación sin soporte requiere una fuerte aplicación de la atención y la vigilancia. Existen dos técnicas principales: el esfuerzo y la relajación. A veces se necesita aumentar la cantidad de esfuerzo.

Por ejemplo, si tenéis un montón de pensamientos salvajes corriendo por vuestra mente o si, por el contrario, vuestra mente adolece de una extremada falta de claridad, podéis necesitar poner más esfuerzo. Necesitáis aumentar la claridad innata de vuestra mente mediante una aplicación más enérgica de la atención y de la vigilancia.

Este uso de una atención y una vigilancia especialmente enérgicas se realiza durante un breve periodo de tiempo. Después relajáis la mente y permitís que descanse. Más tarde volvéis a aplicar una atención y una vigilancia enérgicas y entonces relajáis la mente de nuevo. Esta alternancia entre la aplicación enérgica de estas dos facultades y el permitir que la mente descanse produce una mayor claridad mental. El proceso se repite durante periodos de tiempo muy cortos.

Como no podéis alargar el periodo de atención intensa, tal vez sintáis que de alguna forma esto no es adecuado. Pero, sin embargo, resulta aceptable. Aunque la intensidad de la atención no se pueda prolongar de forma indefinida, la alternancia conduce al aumento de la claridad.

La segunda técnica consiste en la relajación, y debe aplicarse cuando se ha conseguido estabilidad en la atención y en la vigilancia, es decir, una vez que se ha logrado generar suficiente claridad durante la meditación. En ese momento tenéis que dejar ir o relajar, y esto significa desprenderos de la fijación en los contenidos de la meditación. Cuando aplicáis una atención y una vigilancia fuertes con la esperanza de generar un estado de calma, generáis también cierta esperanza de que la mente esté quieta y os desilusionáis si esto no sucede. Así que en este punto debéis desprenderos de la tendencia a poneros contentos cuando la meditación marcha bien y a desilusionaros cuando no. Dejad ir la atención y la vigilancia. Entonces se mantienen de forma relajada, y eso es suficiente siempre que os deis cuenta del
nacimiento de los pensamientos.

El problema potencial con la relajación es que podéis experimentar una corriente oculta de pensamientos. Esto es lo que sucede cuando únicamente os hacéis conscientes de los pensamientos cierto tiempo después de que nazcan. En otras palabras, el pensamiento ha estado fluyendo oculto durante un rato. Trabajar con las corrientes ocultas necesita cierto cuidado y atención. Hablando de forma general, esta experiencia indica que las facultades de la atención y la vigilancia se encuentran débiles y que no son lo bastante intensas. De modo que si detectáis una tardanza en el reconocimiento de los pensamientos cuando aplicáis la técnica de la relajación, necesitáis poner más esfuerzo, energía y claridad en la atención y en la vigilancia.

LAS ETAPAS EN EL CULTIVO DE LA CALMA
Tal como la hemos descrito, la práctica shamatha sin objetos conduce a las tres etapas del cultivo de la calma.

La primera etapa es cuando meditáis y parece haber más pensamientos de los que teníais antes de comenzar a practicar.
Esto se conoce como la calma que es como una cascada.

Cuando se experimenta la presencia de tantos pensamientos, se tiende a pensar que las cosas han empeorado. Pero en realidad no estáis pensando más que antes. Lo que ocurre es que antes había innumerables pensamientos corriendo por vuestra mente de los que no erais conscientes, pues aún no habíais desarrollado ninguna atención ni vigilancia para poder reconocerlos. Puesto que ahora practicáis la meditación y aplicáis las facultades de la atención, de la vigilancia y, también, de la claridad mental,
podéis reconocer el nacimiento de los pensamientos. Así que la calma que es como una cascada no se trata realmente de una experiencia de aumento de pensamientos, sino de una experiencia de reconocimiento de la presencia de pensamientos.
Por lo tanto, está bien y se trata de la primera etapa del logro de shamatha.

Si continuáis meditando, se producirá un cambio que consiste en que los pensamientos disminuyen su velocidad de forma gradual. Cuando aminoran, alcanzáis la segunda etapa de la calma, que es como un río amplio que fluye lentamente. Los pensamientos siguen naciendo, pero su velocidad ha disminuido
y no os distraen de forma necesaria.

Si continuáis practicando aún más, la velocidad de los pensamientos finalmente se reducirá hasta que la mente se vuelve como un océano o lago sin movimiento. Este es el verdadero logro de la tranquilidad o shamatha. Las facultades de la atención y la vigilancia resultan extremadamente importantes para esta calma, porque sin ellas vuestra mente y vuestra meditación permanecerán faltas de claridad, no seréis
conscientes de lo que está sucediendo, y, por lo tanto, no podréis progresar. Por esta razón se dice que necesitáis una atención y una vigilancia agudas, intensas y claras. Como para reconocer si os habéis distraído o no es necesaria esta claridad, hace falta la facultad de la claridad, que aquí se expresa como atención y vigilancia, para desarrollar la calma.

Preguntas
Pregunta: Si le he comprendido correctamente, nuestra actitud debería comenzar con cierta imparcialidad antes de intentar cultivar la compasión y el amor. Me pregunto si esto puede aplicarse al mundo occidental donde tendemos a ser muy individualistas y a no preocuparnos realmente por los demás de forma natural.

Rinpoche: No se trata de que no podáis trabajar sobre el amor y la compasión desde el mismo comienzo, es solo que si al mismo tiempo podéis trabajar sobre la ecuanimidad, podéis comenzar a
pacificar vuestras aversiones hacia algunas personas y vuestras obsesiones o apegos hacia otras, lo cual resulta muy útil.

Pregunta: ¿Quiere decir que deberíamos practicar el tomar y enviar para lograr tranquilidad, o que en primer lugar deberíamos alcanzar cierta tranquilidad en nuestra meditación y entonces comenzar la práctica de tomar y enviar?

Rinpoche: Tomar y enviar no se trata realmente de un método de meditación shamatha o de tranquilidad. La meditación de la tranquilidad se hace para permitir que vuestra mente encuentre descanso. Tomar y enviar se centra en el cultivo de la benevolencia. El orden de práctica es cosa vuestra. Si practicáis shamatha en primer lugar y desarrolláis un mente descansada y estable, será bueno practicar entonces tomar y enviar y cultivar la benevolencia. Por otra parte, si comenzáis cultivando la benevolencia mediante la práctica de tomar y enviar, entonces os resultará más fácil cultivar una mente calma y estable.

Pregunta: Usted mencionó 84 mahasiddhas. ¿Podría hablarnos de alguna de sus realizaciones, de las experiencias de algunas de las personas que lograron estas realizaciones?

Rinpoche: Todos practicaron el mahamudra y lograron lo que en esta tradición se llama siddhi supremo, es decir, el despertar. Básicamente esto es lo que todos buscaban. Si queréis conocer sus vidas y experiencias individuales, podéis leer alguna de las traducciones de las biografías reunidas de los 84 mahasiddhas.

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