DESEO – ALIMENTO - SEXO
Aurobindo |
Todos los movimientos vitales ordinarios son extraños al ser verdadero y vienen del exterior, no pertenecen al alma ni son engendrados por ella. Son olas de la naturaleza universal prakriti.
Lo que pertenece propiamente al vital, al ser, lo que determina su responsabilidad, no es el deseo en sí sino el hábito de responder a las olas o a las corrientes de incitaciones que penetran en el ser, procedentes de la prakriti universal.
El rechazamiento del deseo consiste esencialmente en rechazar el elemento de codicia expulsándolo de la consciencia, como un elemento extraño que no pertenece al verdadero yo ni a la naturaleza interior. Pero la negativa a obedecer a las incitaciones del deseo constituye también una parte del rechazamiento; abstenerse de la acción sugerida, si no es la acción correcta debe ser incluido en la disciplina yóguica. Sólo cuando este rechazamiento se efectúa de una manera equivocada, siguiendo un principio mental ascético o una severa regla moral, puede ser llamado represión. La diferencia entre represión y rechazamiento interior esencial es la que existe entre control moral o mental y purificación espiritual.
Cuando se vive en la verdadera consciencia, se advierte que los deseos están fuera de uno mismo, que penetran en la mente y en el vital procedentes de la prakriti universal.
En la condición humana ordinaria no se percibe; el hombre se da cuenta del deseo sólo cuando está allí, cuando ya ha entrado y hallado en él su morada y la acogida habitual, y por eso piensa que es algo suyo y que forma parte de sí mismo. La primera condición para desembarazarse del deseo es, por consiguiente, la de adquirir la verdadera consciencia. Se destierra así más fácilmente, que luchando contra éste como si fuera una parte constitutiva de uno mismo que hubiera que expulsar del ser. Es más fácil desembarazarse de una excrecencia que amputar lo que uno siente como parte de su propia sustancia.
Cuando el ser psíquico está en primer plano resulta fácil liberarse del deseo, puesto que el ser psíquico no tiene en sí ningún deseo; sólo aspira al Divino, lo busca y lo ama, así como a todas las cosas que pertenecen al Divino o tienden hacia Él. La preeminencia constante del ser psíquico tiende espontáneamente a hacer emerger la verdadera consciencia y a rectificar, casi automáticamente, los movimientos de la naturaleza.
Exigencia y deseo no son más que dos aspectos de la misma cosa. Además, no es necesario que un sentimiento sea agitado o inquieto para que constituya un deseo; puede ser, por el contrario, tranquilamente resuelto y obstinado o persistentemente reiterativo.
Las exigencias y los deseos proceden de la mente o del vital; pero la necesidad psíquica o espiritual es una cosa diferente. El ser psíquico no desea ni exige: aspira. No pone condiciones para someterse y no se retrae si su aspiración no se satisface de inmediato, porque el psíquico tiene una confianza completa en el Divino o en el guru y puede esperar el momento propicio o la hora de la Gracia divina.
El ser psíquico tiene su propia insistencia, pero ejerce su presión, no sobre el Divino, sino sobre la naturaleza. Nunca satisfecho de sí mismo ni de la naturaleza, hasta conseguir que ésta se abra completamente al Divino, se libere de todas las formas del ego, se someta, y sea simple y sea simple y recta en su actitud y en todos sus movimientos, el psiquismo pone su dedo de luz sobre todos los defectos que obstaculizan la realización, y pasa por el tamiz todo aquello que, en la experiencia o en
los movimientos del yoga, es impuro, ignorante o imperfecto.
He aquí lo que hay que establecer completamente en la mente, en el vital y en la consciencia física para que la supramentalización de toda la naturaleza sea posible. De otra manera se obtendrán iluminaciones y experiencias más o menos brillantes en el plano mental, vital y físico, inspiradas por una mente o un vital más vastos, o, en el mejor de los casos por las extensiones mentales situadas por encima de las regiones humanas, entre el intelecto y la Sobremente. Hasta un cierto punto esas experiencias
pueden ser muy estimulantes y satisfactorias, válidas para los que quieran tener realizaciones espirituales en esos planos; pero la realización supramental es mucho más difícil y exigente en sus condiciones, y lo más difícil de todo es hacer que descienda hasta el nivel físico.
Es necesario mucho tiempo para liberarse completamente del deseo. Pero una vez que hayas conseguido separarlo de tu naturaleza y comprender que es una fuerza que viene del exterior y clava sus garras en el vital y en el físico, te resultará mucho más fácil expulsar al invasor. Estás demasiado acostumbrado a sentir el deseo como algo arraigado en ti o como una parte de ti mismo; eso hace que te resulte más difícil luchar contra sus movimientos y repudiar su antigua soberanía sobre ti.
No debes apoyarte en ninguna otra cosa exclusivamente, por útil que te pueda parecer, sin confiar principalmente, en primer lugar y fundamentalmente en la Fuerza de la Madre. El Sol y la Luz pueden ser y serán una ayuda si son la verdadera Luz y el verdadero Sol, pero no pueden sustituir a la Fuerza de la Madre.
Las necesidades del sadhaka deben ser tan escasas como sea posible, porque sólo muy pocas cosas son realmente indispensables en la vida. Las otras son útiles y decorativas o bien objetos de lujo. Un yogui tiene derecho a poseer estas cosas o a disfrutarlas, solamente si cumple una de las dos condiciones siguientes:
1. Si las utiliza durante la sadhana únicamente para entrenarse a poseerlas sin apego ni deseo, y para aprender a servirse de éstas equitativamente, en armonía con la Voluntad divina, tratándolas de la manera apropiada, con la organización, la mesura y el arreglo correctos.
2. Si ha alcanzado ya la verdadera liberación del deseo y del apego, y su pérdida, retirada o privación no le perturban o afectan lo más mínimo. Si en el sadhaka hay codicia, deseo o exigencias, si reivindica posesiones o goces, o experimenta ansiedad, pesadumbre, cólera o despecho en caso de su denegación o de su pérdida, no es libre espiritualmente, y el empleo que hace de las cosas que posee es contrario a los principios de la sadhana. Y aunque sea espiritualmente libre no estará a punto para la posesión hasta que no haya aprendido a servirse de las cosas no para sí mismo, sino según la Voluntad divina, como un instrumento, con el conocimiento y la acción correctos en su empleo, para la buena dotación de una vida vivida no para sí mismo, sino para el Divino y en el Divino
El ascetismo no es, por sí mismo, el ideal de nuestro yoga; pero el autocontrol en el vital y el orden estricto en lo material constituyen una parte muy importante de éste, e incluso una disciplina ascética es mejor para nuestro propósito que una negligente ausencia de verdadero control. Dominar las cosas materiales no quiere decir tener muchas posesiones y deteriorarlas o despilfarrarlas con prodigalidad, a medida que vienen o incluso más de prisa. El dominio de las cosas implica su utilización justa y cuidadosa y, además, el dominio de sí en su empleo.
Si quieres seguir el yoga, tienes que adoptar cada vez más y en todas las circunstancias, pequeñas o grandes, la actitud yóguica. En nuestro camino esta actitud no es la represión violenta, sino el desapego y la ecuanimidad en relación con los objetos del deseo. La represión violenta (el ayuno entra en esta categoría) se sitúa en el mismo nivel que la licencia desenfrenada. En ambos casos el deseo permanece; en el último se alimenta por la licencia y en el primero permanece latente, exacerbado por la represión. Sólo si se mantiene uno detrás, si se separa uno del vital inferior, negándose a considerar como propios sus deseos y sus reclamaciones y manteniendo en lo que a éstos respecta una ecuanimidad y una equidad perfectas en la consciencia, el vital inferior se purifica y se vuelve también tranquilo y ecuánime. Si llega una ola de deseo, debe ser observada con la misma tranquilidad y el mismo impasible desapego con los que observas cualquier cosa que sucede fuera de ti, y tienes que dejarla pasar, rechazarla de la consciencia y poner persistentemente en su lugar el verdadero movimiento y la verdadera consciencia.
Es el apego a la comida, la gula, la avidez que hace del comer una parte indebidamente importante de la vida, lo que es contrario al espíritu del yoga. Ser consciente de que un alimento es agradable al paladar no es una falta; sólo que no hay que experimentar ni deseo ni ansia por la comida, ni entusiasmo por tenerla, ni disgusto o pena por no tenerla. Hay que permanecer tranquilo y ecuánime, sin turbación ni
descontento cuando la comida no es sabrosa o es poco abundante, y comer la cantidad necesaria, ni más ni menos. No tiene que haber ni avidez ni repugnancia.
Estar siempre pensando en la comida y preocupar la mente con ello es una manera completamente errónea de desembarazarse del deseo por la comida. Pon el tema de la alimentación en su verdadero lugar en la vida, en un pequeño rincón, y no te concentres en esto, sino en otras cosas.
No permitas que tu mente se preocupe acerca del alimento. Come la cantidad necesaria, ni demasiado ni demasiado poco, sin avidez ni repulsión, como el medio que te da la Madre para mantener el cuerpo, con el verdadero espíritu, como ofrenda al Divino en ti. En ese caso el alimento no creará tamas.
La represión total del gusto, rasa, no forma parte de nuestro yoga. Lo que hay que rechazar, es el deseo vital y el apego, la gula, el entusiasmo cuando se tiene el alimento preferido, la tristeza y el descontento cuando no se tiene, y la costumbre de darle una importancia excesiva. La ecuanimidad es aquí, como en tantas otras cosas, la piedra de toque.
La idea de dejar de comer es una mala inspiración. Se puede subsistir con una pequeña cantidad de comida, pero no sin comida, salvo por un breve periodo de tiempo.
Recuerda lo que dice la Gita: «El yoga no es para aquel que come con exceso, ni para aquel que se abstiene por completo de comer».
Es posible absorber mucha energía vital sin tomar alimentos, y frecuentemente aumenta con el ayuno; pero la sustancia física, sin la cual la vida pierde su soporte, es de un orden diferente.
No descuides esa tendencia de la Naturaleza (el deseo de alimentarse), pero no le hagas demasiado caso. Es menester ocuparse de esta tendencia, purificarla y dominarla, pero sin darle excesiva importancia.
Hay dos maneras de conquistarla. Una es el desapego: aprendiendo a considerar la comida como una simple necesidad física y a no dar ninguna importancia a la satisfacción vital del paladar y del estómago. La otra consiste en ser capaz de tomar, sin insistencia y sin buscarla, cualquier clase de comida que te den y hallar (sea cual fuere el juicio de los demás) un rasa igual, idéntico en todo: no por el gusto del manjar en sí, sino por el ananda universal.
Es un error descuidar el cuerpo y permitir que se agote; el cuerpo es el instrumento de la sadhana y hay que mantenerlo en buen estado. No hay que tener apego, pero tampoco desprecio o negligencia por la parte material de nuestra naturaleza.
El objetivo de nuestro yoga no es solamente la unión con la consciencia superior, sino la transformación de la consciencia inferior y de la misma naturaleza física, con la ayuda del poder de la consciencia superior.
Para comer, no es necesario tener avidez de comida o ser un glotón. El yogui no come por deseo, sino para el sustento del cuerpo.
Es verdad que con el ayuno, si la mente y los nervios son sólidos y la fuerza de voluntad dinámica, se puede alcanzar, durante algún tiempo, un estado de energía interior y de receptividad que es tentadora para la mente, y que las habituales reacciones de hambre, debilidad, alteraciones intestinales, etc., pueden evitarse totalmente. Pero el cuerpo sufre por falta de nutrición y el vital manifiesta fácilmente un estado patológico de sobreexcitación debido a la irrupción de una cantidad de energía vital superior a la
que el sistema nervioso puede asimilar y coordinar. Las personas nerviosas deben evitar la tentación del ayuno porque a menudo va acompañado o seguido de aberraciones y desequilibrios mentales.
El ayuno resulta especialmente peligroso si el motivo del mismo es una huelga de hambre, o se mezcla con cualquier elemento de este género, porque entonces se cede a un movimiento vital que puede fácilmente convertirse en un hábito pernicioso, nocivo para la sadhana.
Ni siquiera cuando estas reacciones pueden evitarse, tiene el ayuno utilidad suficiente, puesto que la energía y la receptividad superiores no deben surgir en virtud de medios artificiales o físicos, sino de la intensidad de la consciencia y de una fuerte voluntad de sadhana.
La transformación a que aspiramos es demasiado vasta y compleja para que se produzca de improviso; hay que dejar que se haga por etapas. El cambio físico es la última de estas etapas, y sigue también un proceso progresivo.
La transformación interior no se puede obtener por medios físicos, tanto si son de naturaleza positiva como negativa. El cambio físico, por el contrario, sólo puede llegar a consumarse a través de un descenso de la más alta consciencia supramental a las células del cuerpo. Hasta entonces, por lo menos, el cuerpo y las energías que lo sostienen han de ser sustentados por los medios ordinarios: comida, sueño, etc. El alimento hay que tomarlo con el verdadero espíritu, con la verdadera consciencia; el sueño ha de ser progresivamente transformado en reposo yóguico.
Una austeridad física prematura y excesiva (tapasya) puede comprometer el proceso de la sadhana, provocando desórdenes y estimulando fuerzas anormales en diferentes partes del organismo. Se puede extender una gran energía por las partes mentales y vitales, pero los nervios y el cuerpo corren el riesgo de sobreexcitarse y perder la estabilidad necesaria para soportar la acción de esas energías superiores. Ésa es la razón por la cual una excesiva austeridad física no se incluye aquí como una parte fundamental de la sadhana.
No hace ningún daño ayunar de vez en cuando durante un día o dos, o reducir la ración alimenticia a una cantidad pequeña, pero suficiente; pero un ayuno total que dure más tiempo no es aconsejable.
El sadhaka tiene que evitar completamente toda intrusión del impulso sexual en el vital y en el físico, porque si no consigue dominarlo, la consciencia divina y el ananda divino no podrán establecerse en el cuerpo.
Es verdad que la mera represión del deseo sexual no es suficiente; por sí sola no es realmente eficaz. Pero esto no significa que se tengan que satisfacer los deseos; quiere decir que no se debe simplemente reprimirlos, sino rechazarlos de la naturaleza. El deseo ha de ser sustituido por una aspiración exclusiva hacia el Divino.
En cuanto al amor, hay que dirigirlo únicamente al Divino. Lo que los hombres llaman con este nombre es un intercambio vital para la satisfacción recíproca del deseo, del impulso vital o del placer físico. No tiene que haber ningún intercambio de este género entre sadhakas, porque la búsqueda o complacencia de esta clase de impulsos no hace más que alejar de la sadhana.
Todo el principio de nuestro yoga se resume en entregarse completamente al Divino solamente y a nada ni a nadie más, y hacer descender a nosotros, mediante la unión con el poder de la Madre divina, toda la luz, la fuerza, la amplitud, la paz, la pureza, la consciencia de verdad y el ananda trascendentales del Divino supramental. En nuestro yoga, por consiguiente, no puede haber lugar para relaciones o intercambios vitales.
Cualquier relación o intercambio de este género encadena inmediatamente el alma a la consciencia y a la naturaleza inferiores, impide la verdadera y completa unión con el Divino y obstaculiza a la vez el ascenso hacia la Consciencia-de-Verdad supramental y el descenso del ishwara shakti supramental. Sería todavía mucho peor si este intercambio adquiriera la forma de una relación sexual o de un goce sexual, aunque no se expresara con ningún acto exterior; por esta razón, esas cosas están absolutamente prohibidas en la sadhana. Es evidente que ningún acto físico de este género está permitido y que hasta las formas más sutiles deben ser eliminadas. Sólo cuando hayamos unido nuestro ser al Divino supramental, podremos hallar la verdadera relación espiritual con los demás en el Divino; en la unidad superior, no hay linar para esta clase de movimiento vital, inferior y grosero.
Dominando el instinto sexual -haciéndose el amo del centro sexual hasta el punto de que su energía sea atraída hacia arriba en vez de ser tirada al exterior y desperdiciada- se puede en efecto cambiar la fuerza del semen en una energía física fundamental que sirva de sostén para todas las demás; se puede cambiar retas en ojas. Pero ningún error podría ser tan peligroso como el de aceptar una mezcla de deseo y de satisfacción sexual bajo alguna forma sutil y considerar esto como una parte de la sadhana. Sería el procedimiento más eficaz para dirigirse directamente hacia una caída espiritual y difundir en la atmósfera fuerzas que, bloqueando el descenso supramental, harían descender en su lugar potencias vitales adversas que provocarían el desorden y la destrucción. Si esta desviación trata de producirse, es necesario rechazarla y eliminarla radicalmente de la consciencia, si se quiere que la Verdad descienda y que la obra se ejecute.
Es también un error creer que, aunque se deba abandonar el acto sexual físico, su reproducción interna puede formar parte de la transformación del centro sexual. La acción de la energía sexual animal en la naturaleza es un artificio con vistas a un propósito particular para el buen orden de la creación material en la Ignorancia. Pero la excitación vital que lo acompaña, crea en la atmósfera la ocasión y las vibraciones más favorables para la irrupción de fuerzas y de seres del plano vital, cuya única ocupación
consiste en impedir el descenso de la Luz supramental. El placer inherente el acto sexual es una degradación y no una forma verdadera del divino ananda. El verdadero ananda divino en el físico tiene una cualidad, una sustancia y un movimiento diferentes; en su esencia es autoexistente, y su manifestación depende solamente de la unión interior con el Divino. Tú has hablado de Amor divino; pero el Amor divino, cuando toca el ser físico, no despierta esas vulgares tendencias del vital inferior; abandonándose a éstas lo único que se consigue es rechazarlo y hacer que se retire de nuevo hacia las
alturas, de las cuales es ya tan difícil hacerle descender hasta la tosquedad de la creación material que sólo él puede transformar. Busca el Amor divino a través de la única puerta por la que consiente entrar -la puerta del ser psíquico- y rechaza el error del vital inferior.
La transformación del centro sexual y de su energía es necesaria para la siddhi física; porque este centro es el sostén corporal de todas las fuerzas mentales, vitales y físicas de la naturaleza. Hay que transformarlo en una masa y en un movimiento de luz íntima, de poder creador, de puro ananda divino. Pero sólo el descenso de la Luz, del Poder y de la Paz supramentales pueden cambiarlo. En cuanto a su funcionamiento futuro, la Verdad supramental y la visión y la voluntad creadoras de la Madre divina lo determinarán.
Será un funcionamiento de la Verdad consciente, no de la Oscuridad y de la Ignorancia a las cuales pertenecen el deseo y el goce sexual; será un poder de conservación y de libre irradiación, sin deseo, de las fuerzas de la vida, y no su dispersión y su disipación.
No te imagines que la vida supramental será un simple acrecentamiento de la satisfacción de los deseos vitales y corporales. Nada puede ser un obstáculo más grande para el descenso de la Verdad que esta esperanza de glorificación del animal en la naturaleza humana. La mente quisiera que el estado supramental fuera una confirmación de sus ideas predilectas y de sus prejuicios; el vital quisiera que fuera una glorificación de sus propios deseos; el físico, que fuera una generosa prolongación de sus comodidades, de sus placeres y de sus costumbres. Si tuviera que ser así, no sería más que la consagración exagerada y agigantada de la naturaleza animal y humana, no la transformación de lo humano en divino.
Es peligroso pretender renunciar a «toda barrera de discriminación y de defensa contra lo que trata de descender sobre ti». ¿Has reflexionado en lo que ocurriría si lo que descendiera no estuviera en consonancia con la Verdad divina, acaso incluso opuesto a ésta? Un Poder adverso no podría pedir mejores condiciones para poder obtener el dominio sobre el sadhaka. Sólo la fuerza de la Madre y la Verdad divina deben ser admitidas sin barreras. Pero incluso entonces es necesario mantener el poder
de discernimiento para detectar cualquier cosa falsa que se presente disfrazada de la fuerza de la Madre o de la Verdad divina, y mantener, también, el poder de rechazar cualquier mezcla.
Conserva la fe en tu destino espiritual; apártate del error y abre más el ser psíquico a la dirección directa de la luz y del poder de la Madre. Si la voluntad central es sincera, cada admisión de un error puede convertirse en un paso más hacia un movimiento más verdadero y un progreso superior.
Te manifesté muy brevemente en mi carta anterior mi criterio respecto al impulso sexual y el yoga. Te puedo añadir aquí que mi conclusión no está fundada en ninguna opinión mental o idea moral preconcebida, sino en hechos probatorios y en la observación y la experiencia. No niego que, en tanto se permita una especie de separación entre la experiencia interior y la consciencia exterior, dejando esta última como una actividad inferior, controlada pero no transformada, no niego, repito, que sea efectivamente posible tener experiencias espirituales y hacer progresos, sin una suspensión total de la actividad sexual. La mente se separa del vital exterior (los elementos de la vida) y de la consciencia física y vive su propia vida interior. Pero muy pocas personas pueden hacerlo de modo verdaderamente completo; y desde el momento en que las experiencias se extienden al plano vital y al físico, no se puede seguir tratando el sexo de esta manera. En cualquier momento se puede convertir en una fuerza
que perturba, trastorna y deforma. Yo he observado que en la misma medida que el ego (el orgullo, la vanidad y la ambición) y la codicia y los deseos rajásicos, es una de las causas principales de los accidentes espirituales que se producen en la sadhana. La tentativa de tratarlo con desapego, sin extirparlo totalmente, no tiene éxito; la tentativa de «sublimarlo», preconizada por muchos místicos modernos europeos, es un experimento sumamente temerario y peligroso, porque la mezcolanza de sexo y espiritualidad es lo que produce los más grandes estragos. Hasta la tentativa de sublimarlo dirigiéndolo hacia el Divino, como en el madhura bhava y vishnuita, comporta serios peligros, según lo prueban, con tanta frecuencia, los malos resultados de un falso movimiento o de una mala utilización de este método.
En todo caso, he podido observar que en este yoga, que no busca solamente la experiencia esencial del contacto con el Divino, sino la transformación de todo el ser y de su naturaleza, aspirar a un completo dominio de la fuerza sexual es una necesidad absoluta de la sadhana. De otra manera la consciencia vital sigue siendo una mezcla turbia cuya turbiedad afecta la pureza de la mente espiritualizada y dificulta seriamente la tendencia ascensional de las fuerzas del cuerpo. Este yoga exige una ascensión completa de toda la consciencia inferior u ordinaria para unirse a la consciencia espiritual que está encima, y un descenso completo de la consciencia espiritual (finalmente de la consciencia supramental) a la mente, el vital y el cuerpo para transformarlos. La ascensión total será imposible mientras el deseo sexual obstruya el camino; el descenso será peligroso mientras el deseo sexual sea poderoso en el vital.
Porque, en cualquier momento, un deseo sexual no rechazado o que esté latente puede generar una mezcolanza que rechace el verdadero descenso y utilice la energía adquirida para otros propósitos, o dirija todas las acciones de la consciencia hacia experiencias falsas, turbias y engañosas. Es necesario, por consiguiente, eliminar este obstáculo del camino; de lo contrario no puede haber ni seguridad ni libre movimiento hacia el objetivo finad de la sadhana.
La opinión contraria de la cual me hablas, procede, quizá de la idea de que el sexo es una parte natural del conjunto vital-físico humano, una necesidad como el alimento y el sueño, y que su total represión puede conducir al desequilibrio y a serios desórdenes. Es un hecho comprobado que el sexo, reprimido en su actividad exterior, pero consentido de otras maneras, puede provocar desórdenes en el sistema nervioso y perturbaciones cerebrales. Tal es la raíz de la teoría médica que desaconseja la abstinencia sexual. Pero yo he observado que esos desórdenes sólo ocurren cuando se sustituye la actividad
sexual normal por una satisfacción secreta y pervertida, o cuando se entrega uno a esa actividad de una manera vital sutil, con la imaginación o a través de un intercambio vital invisible de naturaleza oculta. No creo que pueda producirse ningún mal ni existe un verdadero esfuerzo espiritual en pro del dominio y de la abstinencia. Actualmente en Europa muchas autoridades médicas sostienen que la abstinencia sexual, si es «genuina», es beneficiosa; porque el elemento del retas que se utiliza en acto sexual se
transforma entonces en el otro elemento que nutre las energías del sistema -mental, vital y físico- y es la justificación de la idea india del brahmacharya: la transformación de retas en ojas y la ascensión de sus energías para transformarlas en fuerza espiritual.
Respecto al método para alcanzar este dominio, éste no puede consistir únicamente en la abstinencia física; se procede por un proceso combinado de desapego y de rechazamiento. La consciencia se despega del impulso sexual, lo siente como si no le perteneciera, como algo ajeno, proyectado por las fuerzas de la naturaleza, a lo que niega su aprobación y con lo que no quiere identificarse, un cierto movimiento de repulsa lo va apartando cada vez más y más hacia fuera. La mente permanece impasible;
después de un cierto tiempo, el vital, que es el soporte principal del impulso sexual, se sustrae a su influjo de la misma manera; finalmente, la consciencia física le retira su sostén. Este proceso prosigue hasta que el mismo subconsciente ya no puede hacerlo surgir más en los sueños y no viene ningún otro movimiento de las fuerzas de la naturaleza exterior para encender otra vez ese fuego inferior.
Éste es el proceso cuando las tendencias sexuales persisten obstinadamente. Algunas personas pueden, sin embargo, eliminarlo decisivamente dejándolo caer de la naturaleza de manera rápida y radical. Pero esto sucede raras veces. Hay que admitir que la eliminación total del impulso sexual es una de las cosas más difíciles de la sadhana y no debe por consiguiente sorprender que requiera tiempo. Pero su desaparición total es factible y es algo bastante común el hecho de llegar a alcanzar una práctica liberación del mismo, exceptuando algunos movimientos ocasionales en sueños procedentes del
subconsciente.
No consideres el impulso sexual como algo pecaminoso, atrayente y horrible al mismo tiempo, sino como un error y un movimiento falso de la naturaleza inferior.
Recházalo totalmente no a través de una lucha, sino retrayéndote; apartándote de su influjo y negándole tu consentimiento; contémplalo como algo que no es tuyo, algo que te impone una fuerza de la naturaleza exterior a ti. Rehúsa todo consentimiento a esta imposición. Si hay algo en tu vital que consiente, presiona sobre esta parte para que retire su aprobación. Invoca a la Fuerza divina para que te ayude en tu acción de retirada y de repulsa. Si logras hacerlo con tranquilidad, paciencia y resolución, tu voluntad interior prevalecerá al fin contra el hábito de la naturaleza exterior.
No hay ninguna razón para que te deprimas de este modo y te imagines que has fracasado en el yoga. Lo que te acontece no es de ningún modo un signo de tu ineptitud para el yoga. Significa simplemente que el impulso sexual rechazado por las partes conscientes, se ha refugiado en el subconsciente, probablemente en alguna parte del vital-físico inferior y en la consciencia más material donde hay regiones que no están abiertas aún a la aspiración y a la luz. La persistencia durante el sueño de cosas
rechazadas de la consciencia de vigilia, es un incidente muy común en el curso de la sadhana
El remedio es:
1. Hacer descender la consciencia superior, su luz y la acción de su poder, a las partes más oscuras de la naturaleza.
2. Volverse progresivamente más consciente durante el sueño, desarrollando una consciencia interior que perciba la acción de la sadhana, tanto en el estado de sueño como en el de vigilia.
3. Conseguir que la voluntad y la aspiración de vigilia hagan presión sobre el cuerpo durante el sueño.
Un procedimiento a seguir para poner en práctica este último método, consiste en inculcar en el cuerpo, a través de una sugestión fuerte y consciente antes de dormirse, la idea de que el accidente no ocurrirá. Cuanto más concreta y física sea la sugestión y más directamente dirigida al centro sexual, tanto mejor. Al principio el efecto puede no ser inmediato o invariable; pero generalmente, este tipo de sugestión física prevalece al fin, si se sabe hacer. Incluso cuando no impide el sueño, despierta generalmente a la
consciencia interior con tiempo suficiente para prevenir consecuencias indeseables.
Es un error dejarse deprimir en la sadhana, aunque sea por repetidos fracasos. Es necesario tener calma y ser más obstinado y perseverante que las fuerzas contrarias.
La agitación del impulso sexual desaparecerá con seguridad si tienes una sincera voluntad de eliminarlo. La dificultad consiste en que determinadas partes de tu naturaleza (especialmente el vital inferior y el subconsciente, que están activos durante el sueño) conservan la memoria y siguen apegados a estos impulsos, y en que tú no abres estas partes para que reciban la Luz y la Fuerza de la Madre que las purificaría. Si procedieras así y si, en vez de lamentarte y de atormentarte y de obstinarte en la idea de
que no eres capaz de liberarte de estos movimientos, insistieras tranquilamente en su eliminación, con una fe serena y una paciente resolución, separándote de ellos, rehusando aceptarlos o considerarlos como formando parte de ti mismo, al cabo de algún tiempo perderían su fuerza y se extinguirían.
El impulso sexual sólo plantea una seria dificultad en tanto que obtiene el consentimiento de la mente y de la voluntad vital. Si es rechazado de la mente, es decir, si cuando la mente le niega su consentimiento el elemento vital continúa aceptándolo, se presenta como una gran oleada de deseo vital que trata de arrastrar la mente consigo. Si es expulsado también del vital superior, del corazón y de la fuerza vital dinámica y posesiva, se manifiesta bajo la forma de impulsos e incitaciones menores en el vital inferior. Rechazado del nivel vital inferior, desciende al físico oscuro e inerte donde todo es repetición y se expresa bajo la forma de sensaciones en el centro sexual y de respuestas mecánicas a las incitaciones. Expulsado también de allí, se encierra en el subconsciente y reaparece en forma de sueños o incluso de emisiones nocturnas sin sueños. Sea el que fuere el sitio que elija para retirarse, intenta todavía, durante un cierto tiempo, desde esa base o refugio, perturbar y reconquistar la aprobación de las partes superiores, hasta que la victoria es completa y es desterrado hasta de la misma consciencia circundante, que es la extensión de nosotros mismos en la naturaleza general o universal.
Cuando el ser psíquico ejerce su influencia sobre el vital, lo primero que hay que evitar cuidadosamente es la menor intrusión de un falso movimiento vital en el movimiento psíquico. La lujuria es una perversión o una degradación que impide al amor establecer su reino. Por eso cuando en el corazón hay un impulso de amor psíquico, lo primero que se debe hacer es impedir la intrusión de la lujuria y del deseo vital; al igual que, cuando la Fuerza desciende de lo alto, se tiene que rechazar toda sombra de ambición y de vanidad personales, porque la más mínima desviación corrompería la acción psíquica y espiritual e impediría la verdadera realización.
El pranayama y las otras prácticas físicas como los asanas no erradican necesariamente el deseo sexual. A veces aumentan enormemente la fuerza vital del cuerpo y pueden incluso acrecentar de una manera sorprendente la fuerza de la tendencia sexual que, estando en la base de la vida física, es siempre difícil de dominar.
Lo que hay que hacer es descubrir el propio ser interior y vivir en él, separándose de estos movimientos que entonces ya no aparecerán como nuestros, sino como impuestos por la prakriti exterior al yo interior o purusha. Entonces podremos fácilmente desterrarlos o anularlos por completo.
Este tipo de ataque sexual durante el sueño no depende especialmente de la alimentación, ni de nada exterior; es un hábito mecánico del subconsciente. Cuando el impulso sexual es rechazado o excluido de los pensamientos y de los sentimientos de vigilia, aparece de esta manera durante el sueño, porque, en estos momentos, sólo el subconsciente está en acción y la consciencia no tiene ninguna autoridad. Es una señal de que el deseo sexual, desterrado de la mente y del vital de vigilia, no ha sido eliminado de los elementos físicos de la naturaleza.
Para eliminarlo es necesario en primer lugar tener cuidado de no albergar ninguna imaginación o sentimiento sexual durante el estado de vigilia, y, en segundo lugar, concentrar una fuerte voluntad en el cuerpo, especialmente en el centro sexual, para que nada de eso pueda manifestarse durante el sueño. Tal vez el éxito no sea inmediato, pero si se persevera durante un largo periodo de tiempo, se obtiene generalmente un resultado positivo; el subconsciente comienza a obedecer.
Flagelarse no es ningún remedio contra el impulso sexual, aunque pueda calmarlo momentáneamente. El vital, y especialmente el vital-físico, experimenta la percepción de los sentidos como placer o como su contrario.
La reducción del régimen alimenticio no tiene generalmente un efecto permanente.
Puede proporcionar un mayor sentido de pureza física, aligerar el sistema y disminuir ciertas clases de tamas. Pero el impulso sexual puede muy bien acomodarse a una alimentación reducida. No son los procedimientos materiales, sino un cambio en la consciencia lo que hace posible superar estas cosas definitivamente.
La dificultad que experimentas para desembarazarte de los elementos primitivos de tu naturaleza, persistirá en tanto trates de cambiar tu vital únicamente o principalmente con la fuerza de tu voluntad mental, pidiendo a lo sumo la ayuda de un poder divino indefinido e impersonal. Es una vieja dificultad que no ha sido nunca radicalmente resuelta en la vida misma, porque nunca ha sido afrontada de manera correcta. Para muchas escuelas de yoga no tiene una importancia excesiva porque su objetivo no es transformar la vida, sino escaparse de la vida. Si se va en pos de este objetivo, puede ser suficiente apaciguar el vital por medio de un control mental y moral o inmovilizarlo y reducirlo al silencio, en una especie de sueño o de quietud. Hay algunos que, por el contrario, le permiten que corra y que se agote si puede, mientras su poseedor sostiene que permanece impertérrito e indiferente, porque es simplemente la vieja naturaleza que prosigue su curso por la fuerza del pasado, la cual desaparecerá con la disgregación del cuerpo.
Cuando no es posible llegar a hacer efectiva ninguna de estas soluciones el sadhaka algunas veces lleva simplemente una doble vida interior, dividida hasta el fin entre sus experiencias espirituales y sus debilidades vitales, dando la mayor importancia posible a la mejor parte de sí mismo y la menor posible a su ser exterior.
Pero ninguno de estos métodos sirve para nuestro propósito. El único camino para poder lograr el verdadero dominio y la transformación de los impulsos vitales es permitir que tu ser psíquico -el alma en ti- despierte plenamente, imponga su soberanía, abra todo el ser a la acción permanente de la divina shakti e imponga a la mente, al corazón y a la naturaleza vital, su propia disposición psíquica de devoción pura, de ardiente aspiración y de impulso total y firme hacia todo lo que es divino.
No hay otro método y es inútil suspirar por un camino más confortable. Nanyah pantha vidyate ayanaya
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