Vivimos en un mundo que está por completo roto y fragmentado, un mundo en que hay una constante lucha de un grupo contra otro, de una clase, una nación, una ideología contra otra, etc. Tecnológicamente ha habido un gran adelanto, pero hay ahora más fragmentación que nunca. Cuando uno observa de hecho lo que está sucediendo, ve que es absolutamente indispensable que el hombre, es decir, cada uno de nosotros, aprenda a cooperar. No hay nada en que nos sea posible trabajar juntos, no importa que sea a favor de la nueva escuela o de la relación de uno con otro o para terminar con las monstruosas guerras que han proseguido, si cada individuo, si cada ser humano se está aislando en una ideología, con su vida fundamentada en un principio, una disciplina, una técnica, una creencia, un dogma. Con una base como esa, no puede haber cooperación. Esto me parece obvio en grado tal que no necesitamos discutirlo. Y estábamos examinando el problema de si es absolutamente posible destruir todos estos valores que uno ha establecido deliberadamente contra otros: si es del todo posible que el hombre sea libre.
Decíamos que la libertad, tanto en lo externo como en lo interno, no puede ser producto de ningún sistema, lo mismo si es político que económico, comunista o capitalista, ni de ninguna religión organizada, ni del acto de seguir a determinado grupito separado de los demás. Examinamos eso lo suficiente el otro día; dijimos además que a la libertad no se llega por ninguna filosofía, por ninguna teoría intelectual. Vamos, pues, a examinar esta mañana la posibilidad de que cada uno de nosotros se libre realmente de cualquier sistema o método. Es una de las cosas más complejas de comprender.
Cuando hablamos de sistemas, no nos referimos sólo a seguir externamente una creencia, un gurú, un instructor, una particular religión organizada, etc.; sino también el hecho de seguir un hábito mental, de vivir según cierta creencia, dogma o principio. Todo ello forma una clase de sistema. Uno tiene que preguntar por qué el hombre insiste en seguir un sistema. En primer lugar, por qué usted y yo queremos un sistema internamente; y, en segundo lugar por qué también queremos uno externamente, ¿Por qué quiere usted un sistema, siendo el sistema una tradición, una disciplina, un hábito, una serie de rutinas que la mente sigue? ¿Por qué? Si desechamos una serie de rutinas entonces seguimos otra.
Decíamos que la paz, el amor o la belleza no son posibles si no hay libertad completa. Decíamos que, evidentemente, no es posible ser libres totalmente, completamente, si en nuestro interior, psicológicamente, seguimos un método, un sistema o un hábito particular que hemos cultivado acaso durante muchos años o muchas generaciones, hábito que se ha convertido en tradición. ¿Por qué hacemos esto? Espero que mi pregunta esté clara. La tradición puede ser de ayer o de hace mil años. Es una tradición creer que usted es católico o protestante. Se trata de un sistema cuando dice «soy francés» o usted pertenece a un grupo determinado o piensa con arreglo a una cultura determinada. ¿Por qué hacemos esto? ¿Es que la mente está buscando seguridad, tratando de estar a salvo, segura? ¿Puede alguna vez ser libre una mente que de manera constante busca psicológicamente seguridad para sí misma? Y si no es libre, ¿puede alguna vez ver la verdad? ¿Puede alguna vez ver lo verdadero por medio de un sistema o tradición que le promete eventualmente la belleza, un estado de mente indescriptible?
Por favor, pensemos de nuevo en esto, más bien examinémoslo. Si se me permite sugerirlo, no escuchen simplemente un número de palabras. Decir «Intelectualmente comprendo» es una afirmación tan falsa... Cuando decimos que entendemos intelectualmente, queremos decir que oímos muchas palabras cuyo sentido comprendemos. Pero comprender significa también acción inmediata; no es que primero hay comprensión y más tarde, acaso muchos días después, viene la acción. Usted ve el significado de este problema particular; ve que no es posible que exista la libertad cuando se persigue algo o cuando se acepta u obedece cualquier ideología o tradición determinada. Si usted ve esto en realidad, no verbalmente, entonces hay acción, y lo abandona de inmediato. Pero, decir «comprendo verbalmente eso de que usted está hablando», es simplemente eludir el hecho real.
¿Por qué, psicológicamente, queremos seguridad? Tiene que haber seguridad material: alimentos, ropas y albergue. Eso es obvio. Pero, ¿por qué la mente busca certeza, exige una estructura que se convierta en sistema que le dé seguridad? ¿Por qué? ¿Y por qué insiste constantemente en su propia seguridad, en su propia protección, en su propia certidumbre? ¿Puede jamás ser libre una mente que psicológicamente esté segura de algo? Lo cual no significa que la mente haya de estar siempre en un estado de incertidumbre. Esto suscita un problema de dualidad. El conflicto, en cualquier forma que sea, es un derroche de energía.
Cuando hay dualidad, hay conflicto, y éste en esencia es un completo desperdicio de energía. Cuando la mente busca certeza, tiene que crear inevitablemente el propio opuesto de ésta. Cuando mi mente está buscando con insistencia un estado en el que no haya trastorno, perturbación, conflicto, tiene que huir de modo inevitable hacia lo opuesto, hacia el trastorno, la perturbación y el conflicto. Surge la incertidumbre y la urgencia de certeza. Hay conflicto entre ambas cosas, y este conflicto en que estamos presos la mayoría de nosotros es un desgaste de energía. ¿Por qué, pues busca certeza la mente?
(Ruido de un avión en lo alto).
Ustedes han oído cómo pasaba volando ese avión. Hacía mucho ruido. Antes de eso ustedes prestaban atención y tal vez deseaban que el avión no hubiera venido de manera alguna. ¿Cierto? Ustedes crean, pues, un opuesto, hacen resistencia al ruido, cosa que gasta energía inútilmente. Pero, si hubieran escuchado ese ruido sin hacer resistencia, es decir, si le hubieran prestado toda su atención, no les habría afectado nada, no habría habido ruido en conflicto con un estado en que no existe el ruido. (Me pregunto si ustedes están entendiendo todo esto).
Nos preguntamos por qué ocurre que la mente siempre busca una imagen, una fórmula, confiando en un estado de certeza que llega a ser el sistema. Aunque la mente busque constantemente protección, una sensación de seguridad y permanencia, nunca preguntamos si es que existe del todo semejante estado. Lo deseamos. Lo exigimos, pero ¿existe tal estado? Deseo una relación permanente con mi amigo, con mi esposa; y la urgencia de tal relación permanente es el sistema, la tradición, la estructura que va a establecer un sentido de permanencia en esa relación.
Por eso me pregunto: ¿Por qué no puede la mente vivir libre? ¿Por qué se aferra a fórmulas y sistemas? Es obvio que tiene miedo y que desea alguna imagen, algún símbolo, fórmula o sistema en los que pueda apoyarse. (Por favor, obsérvelo en usted mismo). Y cuando se agarra a algo en forma desesperada, no sólo teme perderlo, sino que ese mismo hecho de aferrarse a algo, ese miedo mismo de perderlo, está creando el propio opuesto de ello. Hay lucha entre el deseo de certeza y el miedo de no estar seguro. Y prosigue una batalla.
La mente puede inquirir si hay en la vida permanencia psicológica; puede tratar de descubrir si de algún modo es posible tal estado. ¿O no puede ser que descubra que la vida es un constante movimiento, un estado en que siempre está ocurriendo lo nuevo? Pero la mente no puede ver lo nuevo, porque constantemente está viviendo en el pasado. El pasado, que es el sistema. Cuando usted dice: «soy cristiano» o «soy hindú», el que habla es el pasado y usted no puede ver nada nuevo. Y la vida puede ser algo extraordinario en su movimiento mismo, precisamente ese movimiento que es lo nuevo y que nosotros rechazamos. Este movimiento es la libertad.
Sólo hay una cuestión, una crisis o reto para el hombre, que consiste en que tiene que ser completamente libre. Mientras la mente se aferre a una estructura, a un método, a un sistema, no habrá libertad. ¿Puede abandonarse por completo esta estructura, inmediatamente? (¿Entienden ustedes la pregunta?) El condicionamiento de la mente, que ha continuado durante muchos años o siglos, ese mismo condicionamiento es el sistema, la tradición, el hábito, etc. Mientras la mente esté cautiva en todo eso, nunca podrá ser libre. Y esta libertad no está al final; no es una cuestión de liberarse con el tiempo; no existe eso de liberarse «eventualmente», es decir, «llegar a ser» libre mediante una disciplina, una fórmula. La fórmula o el sistema sólo sirve para reformar el condicionamiento aunque de maneras distintas y no hay libertad. La pregunta es, por lo tanto: ¿Es posible que una mente condicionada en forma tan excesiva quede libre por completo de este condicionamiento, inmediatamente? Porque, en caso contrario, tal condicionamiento persistirá de diversas maneras. ¿Podemos seguir adelante partiendo de este punto?
Uno nace dentro de la doctrina cristiana, la católica, o bien pertenece a una de las muchas ramas del protestantismo. Está condicionado desde la infancia, creyendo en un Salvador, en sacerdotes, en rituales, en un solo Dios ‑ya se sabe- en todas estas cosas. O usted es comunista, criado en el comunismo, condicionado por lo que dijeron Lenin o Marx. Por cierto que me estaba riendo solo al ver con qué facilidad quedamos presos en las palabras. El comunista sustituye la palabra «Jesús» y su filosofía por la palabra «Lenin» y la filosofía de éste. Muy fácilmente quedamos cogidos en una red de palabras. Estamos condicionados, y el reto, la crisis en la totalidad de la conciencia, es que el hombre tiene que ser libre: de lo contrario, va a destruirse a sí mismo.
¿Puede desechar la mente todo su condicionamiento de modo que sea libre en realidad, no de manera verbal o teórica o ideológica, sino de hecho libre completamente? Ese es el único reto, el único problema, ahora y siempre. Si usted también ve la importancia de esto, entonces podemos examinar la pregunta de si la mente puede descondicionarse a sí misma. ¿Podemos seguir adelante desde aquí? ¿Es posible? En esta pregunta están implicadas varias cosas. En primer lugar, ¿cuál es la entidad que va a descondicionar la mente condicionada? ¿Comprenden? Yo quiero descondicionarme. Habiendo nacido hindú o habiéndome criado en determinada parte del mundo, con todas las impresiones, culturas, libros, revistas, con lo que la gente ha dicho o no ha dicho, tan constante presión ha moldeado mi mente. Y veo que ésta tiene que ser del todo libre. Pero, ¿cómo va a ser libre? ¿Hay alguna entidad que la vaya a liberar?
El hombre ha dicho que esa entidad existe; la llaman el Atman en la India, el alma o la gracia de Dios en Occidente, esto o aquello. Es una entidad que traerá esta libertad si se le da la oportunidad de hacerlo. Se sugiere que si vivo rectamente, si hago ciertas cosas, si sigo ciertas fórmulas, ciertos sistemas, ciertas creencias, entonces seré libre. De modo que primero se afirma que existe una forma o agente eterno superior que me ayudará a ser libre, que liberará mi mente si hago estas cosas, ¿no es así? Pero el «si usted hace estas cosas» es un sistema que va a condicionarme, y eso es lo que ha sucedido. Los teóricos y los teólogos y las personas de diversas religiones han dicho: «haz estas cosas, practica, medita, domina, compele, reprime, sigue, obedece». Y luego, al final, ese agente externo vendrá, hará algún milagro y usted será libre. Vea cuán falso es esto. Y sin embargo, todas las religiones lo creen de manera distinta. Por lo tanto, si usted ve la verdad de esto, que no hay agente exterior, Dios ‑lo que sea- que vaya a liberar la mente condicionada, entonces toda la estructura religiosa organizada de los sacerdotes con sus rituales, con su murmullo de palabras y más palabras sin sentido, ya no tendrá significación alguna.
En segundo lugar, si usted ha desechado todo eso realmente, ¿cómo es posible que se disuelva este condicionamiento? ¿Cuál es la entidad que va a hacerlo? Usted ha descartado ese agente exterior, lo sagrado, lo divino, todo eso; luego tiene que haber alguien que vaya a disolverlo. Entonces, ¿quién es? ¿El observador? ¿El yo, que es el mismo observador? Detengámonos en esa palabra: el «observador» -eso es suficiente. ¿Es el observador el que va a disolverlo? El observador dice: «tengo que ser libre y, por lo tanto, tengo que desembarazarme de todo este condicionamiento». Usted ha rechazado la entidad superior, el agente divino, pero ha creado usted otro, que es el observador. Ahora bien, es el observador distinto de la cosa observada por él? Por favor, siga esto. ¿Entiende? Esperábamos que un agente externo nos liberase: Dios, los Salvadores, Maestros, los gurús, etc. Si usted descarta todo eso, entonces verá que también tiene que descartar al observador, que es otra clase de agente. El observador es resultado de la experiencia, del conocimiento, del deseo de liberarse de su propio condicionamiento. Él dice: «tengo que ser libre». El «yo» es el observador. El yo dice: «tengo que liberarme». Pero ¿es el yo distinto de aquello que observa? Él afirma: «estoy condicionado, soy nacionalista, soy católico, soy esto, soy aquello». ¿Es en realidad diferente el «yo» de la cosa que está separada de él, la que es, según dice, su condicionamiento?
De modo que el «observador», el «yo» ‑ese «yo» que dice que es diferente de la cosa de la cual quiere librarse- ¿está separado en realidad de la cosa observada? ¿Es eso? ¿Es que hay dos entidades separadas, el observador distinto de la cosa observada? ¿O es que hay sólo una cosa, y que lo observado es el observador, y éste es aquél? (¿Se está volviendo esto muy difícil?)
Cuando usted ve la verdad de que el observador es lo observado, entonces no hay dualidad alguna, por lo tanto, no hay conflicto (habíamos dicho que es un derroche de energía). Entonces sólo existe el hecho real, el hecho de que la mente está condicionada. No significa que «yo esté condicionado y vaya a librarme de mi condicionamiento». Así es que cuando la mente ve la verdad de esto, entonces no hay dualidad, sino sólo un estado de condicionamiento, o estado condicionado. Ninguna otra cosa. ¿Podemos seguir adelante partiendo de este punto?
¿Ve usted, pues, eso, no como una idea, sino de hecho? ¿Ve usted realmente que sólo existe el condicionamiento, no el «yo» y el «condicionamiento» como dos cosas distintas: el «yo» ejerciendo su «voluntad» para librarse del condicionamiento, y de ahí el conflicto? Cuando usted ve que el observador es lo observado, no hay conflicto en absoluto; éste se elimina del todo, de modo que cuando la mente ve que sólo hay un estado condicionado, ¿qué va a suceder entonces? Usted ha eliminado del todo la entidad que va a ejercer su poder, disciplina o voluntad para librarse de este condicionamiento, lo que significa en esencia que la mente ha eliminado del todo el conflicto.
Ahora bien, ¿lo ha hecho usted? Si no lo ha hecho, no podemos seguir adelante. Mire ‑para decirlo con mayor sencillez- cuando usted ve un árbol, existe el observador ‑el que ve- y la cosa vista. Entre el observador y la cosa observada hay un espacio; entre la entidad que ve el árbol y éste hay un espacio. El mira ese árbol y tiene diversas imágenes o ideas sobre los árboles. A través de esas innumerables imágenes, mira el árbol. ¿Puede él eliminar esas imágenes botánicas, estéticas, etc., de modo que mire el árbol sin ninguna imagen, sin idea alguna? ¿Lo ha intentado usted alguna vez? Si no lo ha intentado, si no lo hace, no podrá penetrar en este problema mucho más complejo que estamos investigando. El de la mente que lo ha mirado todo como «el observador», como algo distinto de la cosa observada y, por lo tanto, con un espacio, una distancia entre ella como «el observador» y la cosa «observada»; como el espacio que hay entre usted mismo y el árbol. Si puede hacerlo, es decir, si usted puede mirar un árbol sin ninguna imagen, sin ningún conocimiento, entonces el observador es lo observado. Eso no quiere decir que se convierta en el árbol ‑cosa que sería muy tonta- sino que desaparece la distancia entre el observador y lo observado. Y ese no es una especie de estado místico, abstracto o hermoso, no significa que usted caiga en un éxtasis.
Cuando la mente descarta el factor externo ‑divino o místico, o cualquier cosa que sea invención de una mente que no ha podido resolver el problema de liberarse de su propio condicionamiento- cuando descarta ese agente exterior, inventa otro, el «yo», el «observador», que dice: «voy a librarme de mi condicionamiento». Pero de hecho sólo existe una mente que se halla en estado condicionado, no la dualidad de una mente que dice que está condicionada, que tiene que ser libre, que tiene que ejercer la voluntad sobre su estado condicionado. Sólo existe una mente condicionada. Por favor, escuche esto con mucho cuidado. Si realmente escucha con atención, con todo su corazón, con toda su mente, verá lo que pasa. La mente está condicionada, ¡sólo eso! No hay nada más. Todas las invenciones psicológicas ‑relación permanente, divinidad, dioses, todo lo demás- nacen de esta mente condicionada. Sólo hay eso y ninguna otra cosa más. ¿Es esto un hecho para usted? Esta es la cuestión. Si usted puede llegar a este hecho, es en verdad, una cosa de extraordinaria importancia. Porque en la observación de eso solamente, y nada más, empieza el sentido de libertad, que es la liberación del conflicto ¿Vamos a seguir o han tenido ya bastante por esta mañana?
Interlocutor: ¿Podría usted repetir la última afirmación?
Krishnamurti: Dije, creo, que si usted ve sólo ese estado, si lo conoce por completo, si se da cuenta, sin elección alguna, de que la mente está totalmente condicionada, entonces conocerá, o empezará a sentir o captar el aroma o el gusto de ese extraordinario sentido de libertad. Empezará. Pero usted aún no lo tiene, no se escape con sólo el aroma de un perfume.
Interlocutor: Si digo que «tengo la mente condicionada», ese «yo» es también un condicionamiento; entonces no sé, qué otra cosa queda.
Krishnamurti: Eso es precisamente. Si digo: «Yo estoy condicionado», ese «yo» lo está también. ¿Qué queda entonces? Sólo existe un estado condicionado. Vea que en efecto sólo existe eso. Más la mente se opone a ello, quiere hallar una salida. No dice que está condicionada y que se quedará ahí tranquilamente. Cualquier movimiento por mi parte, consciente o inconsciente, es el movimiento de lo condicionado. ¿Cierto? No hay, pues, movimiento, sino sólo un estado condicionado. Si usted puede quedarse por completo así sin volverse neurótico -¿entiende?- entonces usted lo descubrirá. Pero dirá: «¿cuál es la entidad que va a descubrir?» No hay otra entidad que vaya a descubrir. Así empezará la misma cosa, la oposición, el hallar una salida.
No sé si usted está siguiendo todo esto.
La mente siempre ha eludido este estado implacable. Está condicionada desde la infancia, desde el principio mismo de la vida, desde hace millones de años, y ensaya todas las formas para escapar: dioses, sistemas, filosofías, sexo, placer, ideas. Hace todo por salir de ese estado condicionado, y aún lo sigue haciendo cuando dice: «tengo que ir más allá de esto». Así que, no importa el movimiento que haga una mente condicionada, cualquiera que sea el movimiento que siga continuará en estado de condicionamiento. Por eso uno se pregunta si la mente podrá quedarse por completo con el hecho, y nada más. ¿Comprende? Quedar así, habiendo descartado todo el sistema de gurús, maestros, instructores, salvadores, ya sabe, todas las cosas que el hombre ha inventado para ser libre.
"Si hay una constante en todas las fuentes de yoga, esa es su insistencia en el carácter “secreto” de su enseñanza. El secretismo es la forma de salvaguardar la transmisión íntegra y protegerla de contaminaciones externas. Aunque actualmente el acceso a todo tipo de información es libre, rápido y cómodo, el carácter secreto del yoga sigue estando vigente. Cabe distinguir entre “información”, a la cual se puede acceder de manera casi ilimitada, y “conocimiento”, cuyo acceso está tan restringido hoy como siempre lo ha estado. En la tradición india, el conocimiento es un bien que se merece y conquista, no un derecho que tienen todos los hombres por igual, a modo de como se entiende en el mundo moderno. Tradicionalmente, el acceso a los textos clásicos estaba restringido a iniciados en yoga, principalmente porque su comprensión dependía directamente de su práctica. De esta forma, se evitaban malas lecturas manteniendo la escritura en secreto. Actualmente, casi todo el mundo puede tener acceso a la lectura de estas obras o a alguna de sus traducciones. Sin embargo, de todos los que tendrían acceso a la lectura, verdaderamente muy pocos se interesarán por las obras, y de esos, otros pocos las leerán. De esos escasos lectores, alguno será practicante de yoga. Y de esos practicantes, quizá alguno llegue a comprender su contenido. De esta manera, se puede entender que la restricción de este tipo de textos sigue siendo la misma que cuando fueron redactados por primera vez. La única diferencia es que tradicionalmente se evitaban las lecturas inapropiadas a través del secretismo, y en el mundo moderno, el libre acceso a la información propicia que algunos confundan “información” con “conocimiento”. Más allá de esas distinciones, el conocimiento verdadero sigue estando protegido como siempre lo estuvo." - José A. Offroy Arranz
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