Tabla I - La Historia de Thoth, el Atlante
Yo, THOTH, el Atlante, maestro de los misterios, guardián de los registros, poderoso rey, mago, viviendo de generación en generación, preparándome para entrar a los salones de Amenti, dejando la guía de aquellos que van a pasar, estos registros de la poderosa sabiduría de la Gran Atlántida.
En la gran ciudad de KEOR en la isla de UNDAL, en un tiempo muy lejano, comencé esta encarnación. No como lo hicieron los hombrecitos de la era actual, los poderosos de la Atlántida viven y mueren, pero en lugar de cómo lo hacían de eones a eones, ellos renovaban su vida en los Salones de Amenti en donde el río de la vida fluye eternamente hacia delante.
Cien veces diez he descendido el camino oscuro que guía a la luz, y como muchas veces he ascendido de la oscuridad hacia la luz mi fuerza y poder se renovaban.
Ahora por un tiempo desciendo, y los hombres de KHEM (Khem es el antiguo Egipto) ya no me conocerán más.
Pero en un tiempo todavía no nacido surgiré nuevamente, poderoso y potente, requiriendo un informe de aquellos que quedaron atrás de mí.
Entonces tengan cuidado, Oh hombres de KHEM, si ustedes han falsamente traicionado mi enseñanza, puesto que los arrojaré de su alto estado hacia la oscuridad de las cuevas de las cuales vienen.
No revelen mis secretos a los hombres del norte o a los hombres del sur para mi maldición no caiga sobre ustedes.
Recuerden y cuiden mis palabras, puesto que seguramente volveré nuevamente y requeriré de ustedes eso que cuidan. Así es, incluso desde más allá del tiempo y desde más allá de la muerte yo regresaré, recompensando o castigando si han abandonado su verdad.
Grande era mi gente en los antiguos días, grande más allá de la concepción de las pequeñas personas que ahora están a mi alrededor; conociendo la sabiduría de lo antiguo, buscando más dentro del corazón del conocimiento infinito que pertenecía a la juventud de la Tierra.
Sabios éramos nosotros con la sabiduría de los Niños de Luz quienes habitaban entre nosotros. Fuertes éramos nosotros con el poder extraído del fuego eterno.
Y de todos esos, el más grande entre los hijos de los hombres era mi padre, THOTME, guardián del gran templo, enlace entre los Niños de Luz que habitaban dentro del templo y las razas de hombres que moraban en las diez islas.
Portavoz, después de los Tres, del Morador de UNAL, hablando a los Reyes con la voz que debe ser obedecida.
Crecí ahí de niño a la adultez, siendo enseñado por mi padre los antiguos misterios, hasta que a tiempo ahí crecí dentro del fuego de la sabiduría, hasta que ardió en una flama consumiéndose.
Nada deseé más que el logro de la sabiduría. Hasta que un gran día la orden vino del Morador del Templo que me presentara frente a él. Pocos habían entre los hijos de los hombres que hubieran mirado esa poderosa cara y vivido, puesto que no como los hijos de los hombres son los Hijos de la Luz cuando no están encarnados en un cuerpo físico.
Elegido fui de los hijos de los hombres, enseñado por el Morador para que sus propósitos fueran cumplidos, propósitos todavía no nacidos en el vientre del tiempo.
Largas eras habité en el Templo, aprendiendo siempre y todavía más sabiduría, hasta que yo, también, alcancé la luz emitida del gran fuego.
Me enseñó él, el camino a Amenti, el inframundo en el que los grandes Reyes se sientan sobre su trono de poder.
Una profunda reverencia hice en homenaje ante los Señores de la Vida y los Señores de la Muerte, recibiendo como mi regalo la Llave de la Vida.
Libre fui de los Salones de Amenti, no destinado a estar muerto en el círculo de la vida. Lejos a las estrellas viajé hasta que el espacio y el tiempo se convirtieron en nada.
Después de haber bebido profundamente de la copa de la sabiduría, miré en los corazones de los hombres y ahí encontré misterios más grandes y estaba contento. Puesto que solamente en la Búsqueda de la Verdad podría mi Alma estar tranquila y la flama interior estar apagada.
A través de las eras viví, viendo a aquellos a mi alrededor probar de la copa de la muerte y regresar de nuevo en la luz de la vida.
Gradualmente desde los Reinos de la Atlántida pasaron olas de conciencia que había sido una conmigo, solamente para ser recolocadas por semillas de una estrella inferior.
En obediencia a la ley, la palabra del Maestro se volvió flor. Descendentes a la oscuridad se volvieron los pensamientos de los Atlantes, hasta que al fin en esta cólera surgida de su AGWANTI (esta palabra no tiene equivalente; significa un estado de indiferencia), el Morador, hablando La Palabra, llamando al poder.
Profundo en el corazón de la Tierra, los hijos de Amenti escucharon, y escucharon, dirigiendo el cambio de la flor de fuego que arde eternamente, cambiando y cambiando, usando el LOGOS, hasta que ese gran fuego cambió su dirección.
Sobre el mundo entonces se abrieron las grandes aguas, inundando y hundiendo, cambiando el equilibrio de la Tierra hasta que solamente quedó el Templo de la Luz parado sobre la gran montaña en UNDAL todavía surgiendo del agua; algunos hubo que estaban viviendo, salvados del torrente de las fuentes.
Me llamó entonces el Maestro, diciendo: Reunid a mi gente. Llévalos por las artes que has aprendido a través de las lejanas aguas, hasta que alcances la tierra de los velludos bárbaros, morando en cuevas del desierto. Sigue allí el plan que todavía conoces.
Reuní entonces a mi pueblo y entré al gran barco del Maestro. Hacia arriba nos elevamos en la mañana. Oscuro debajo de nosotros yace el Templo. Repentinamente sobre él surgen las aguas. Desaparecido de la Tierra, hasta el tiempo señalado, fue el gran Templo.
Rápido volamos hacia el sol de la mañana, hasta que debajo de nosotros yació la tierra de los hijos de KHEM. Furiosos, con palos y lanzas, elevados en ira buscando asesinar y completamente destruir a los Hijos de la Atlántida.
Entonces elevé mi báculo y dirigí un rayo de vibración, alcanzándoles en sus caminos como fragmentos de piedra de la montaña.
Después les hablé con palabras tranquilas y pacíficas, hablándoles del poder de la Atlántida, diciendo que nosotros éramos hijos del Sol y sus mensajeros. Los intimidé con mi manifestación de magia-ciencia, hasta que a mis pies se postraron, cuando los liberé.
Mucho habitamos en la tierra de KHEM, mucho y todavía más nuevamente. Hasta que obedecieran las órdenes del Maestro, quien mientras duerme no obstante vive eternamente, envié a los Hijos de la Atlántida, los envié en muchas direcciones, que desde el vientre de la sabiduría del tiempo puede surgir nuevamente en sus hijos.
Largo tiempo habité en la tierra de KHEM, haciendo grandes trabajos por la sabiduría dentro de mí. Hacia arriba crié en la luz del conocimiento a los hijos de KHEM, regados por las lluvias de mi sabiduría.
Maldije entonces un camino a Amenti para que pudiera retener mis poderes, viviendo de era a era un Sol de la Atlántida, cuidando la sabiduría, preservando los registros.
Pocos grandes los hijos de KHEM, conquistando personas a su alrededor, creciendo lentamente hacia arriba en la fuerza del Alma.
Ahora por un tiempo me voy de entre ellos hacia los oscuros salones de Amenti, profundo en los salones de la Tierra, ante los Señores de los poderes, cara a cara una vez más con el Morador.
Me levanté en la entrada, una puerta, un portal guiando hacia a Amenti.
Pocos habrían con el valor para atreverse, pocos pasan el portal al oscuro Amenti. Erigí sobre el pasaje, yo, una poderosa pirámide, usando el poder que supera la fuerza de la Tierra (gravedad). Profundo y todavía más profundo coloqué un fuerte o cámara; desde ahí tallé un pasaje circular alcanzando casi la gran cima.
Ahí en el ápice, coloqué yo el cristal, enviando el rayo hacia el “Tiempo-Espacio”, atrayendo la fuerza de lo etéreo, concentrándose sobre el portal a Amenti.
Otras cámaras construí y dejé vacantes para todas las apariencias, no obstante ocultas dentro de ellas están las llaves a Amenti. El que con valor desafiare los reinos oscuros, primero dejen que se purifique por un largo ayuno.
Yacerá en el sarcófago de piedra en mi cámara. Después revelaré a él los grandes misterios. Pronto él seguirá a donde lo encontraré, incluso en la oscuridad de la Tierra lo encontraré, Yo, Thoth, el Señor de la Sabiduría, lo encontraré y lo tomaré y moraré con él siempre.
Construí la Gran Pirámide, modelé después la pirámide de la fuerza Terrestre, ardiendo eternamente para que, también, pueda permanecer a través de las eras.
En ella, construí mi conocimiento de “Magia-Ciencia” para que pueda estar aquí cuando nuevamente regrese de Amenti, sí, mientras duermo en los Salones de Amenti, mi Alma que vaga libre encarnará, morará entre los hombres en esta forma u otra. (Hermes, el tres veces nacido)
Emisario en la Tierra soy del Morador, cumpliendo sus órdenes para que muchos puedan ser elevados. Ahora regreso a los salones de Amenti, dejando detrás de mí algo de mi sabiduría. Preserven y mantengan la orden del Morador: Eleven siempre sus ojos hacia la luz.
Seguramente a tiempo, son uno con el Maestro, seguramente por derecho ustedes son uno con el Maestro, seguramente por derecho todavía son uno con el TODO.
Ahora, me aparto de ustedes. Conozcan mis órdenes, manténganlas y sean ellas, y yo estaré con ustedes, ayudándolos y guiándolos hacia la Luz.
Ahora ante mi se abre el portal. Bajo en la oscuridad de la noche.
Tabla II - Los Salones de Amenti
En lo profundo de la Tierra yacen los salones de Amenti, muy debajo de las islas de la hundida Atlántida, los Salones de la Muerte y los salones de la vida, lavados en el fuego del TODO infinito.
Lejos en un tiempo pasado, perdido en el espacio tiempo, los Hijos de la Luz miraron al mundo. Viendo a los hijos de los hombres en su esclavitud, atados por la fuerza que venía del más allá. Supieron que solamente por medio de la libertad de la esclavitud el hombre alguna vez podría surgir de la Tierra al Sol.
Ellos descendieron y crearon cuerpos, tomando la semejanza del hombre como propia. Los Maestros de todo dijeron después de su formación:
“Nosotros somos esos que fueron formados de espacio-polvo, tomando parte de la vida del TODO infinito; viviendo en el mundo como hijos de los hombres, igual y no obstante diferentes a los hijos de los hombres”.
Después para un lugar donde habitar, muy debajo de la corteza terrestre, explotaron ellos grandes espacios con su poder, espacios lejos de los hijos de los hombres. Rodeados por fuerzas y poder, escudaron del daño a los Salones de los Muertos.
De lado a lado entonces, colocaron ellos otros espacios, llenos con Vida y con Luz de arriba. Construyeron entonces los Salones de Amenti, que pueden habitar eternamente ahí, viviendo con vida hasta el fin de la eternidad.
Treinta y dos estaban ahí de los hijos, hijos de la Luz que habían venido entre los hombres, buscando liberar de la esclavitud de la oscuridad a aquellos que estaban atados por la fuerza del más allá.
En lo profundo de los Salones de la Vida creció una flor, ardiendo, expandiéndose, manejando la noche hacia atrás.
Colocaron en el centro, un rayo de gran potencia, dador de Vida, dador de Luz, llenando con poder a todo el que se acercara. Colocaron a su alrededor tronos, dos y treinta, lugares para cada uno de los Hijos de la Luz, colocados para que ellos fueran bañados en el resplandor, llenados con la Vida de la Luz eterna.
Ahí repetidas veces colocaban sus primeros cuerpos creados para pudieran ser llenados con el Espíritu de la Vida. Cien años de cada mil debe la flama de la Luz dadora de Vida surgir en sus cuerpos. Apresurando, despertando el Espíritu de la Vida.
Ahí en el círculo de eones a eones, se sientan los Grandes Maestros, viviendo una vida no conocida entre los hombres. Ahí en los Salones de la Vida ellos yacen durmiendo; libres fluyen sus Almas a través de los cuerpos de los hombres.
Repetidas veces, mientras sus cuerpos yacen dormidos, encarnan ellos en los cuerpos de los hombres. Enseñando y guiando hacia delante y hacia arriba, de la oscuridad a la luz.
Ahí en los Salones de la Vida, llenos con su sabiduría, no conocidos por las razas del hombre, viviendo por siempre bajo el frío fuego de la vida, se sientan los Hijos de la Luz. Veces hay en las que cuando se despiertan, salen desde las profundidades para ser luces entre los hombres, infinitos ellos entre los hombres finitos.
El que por progreso ha surgido de la oscuridad, que se ha elevado de la noche hacia la luz, liberado es de los Salones de Amenti, libre de la Flor de la Luz y de la Vida. Guiado entonces, por la sabiduría y el conocimiento, pasa de los hombres a los Maestros de la Vida.
Ahí él puede habitar como uno con los Maestros, libre de las ataduras de la oscuridad de la noche. Sentados dentro de la flor del resplandor están Siete Señores del Espacio-Tiempo sobre nosotros, ayudando y guiando a través de la Sabiduría infinita, el camino a través del tiempo de los hijos de los hombres.
Poderosos y extraños, ellos, velados con su poder, silenciosos, todo sapientes, atrayendo la fuerza de Vida, diferentes no obstante uno con los hijos de los hombres. Sí, diferentes, y no obstante Uno con los Hijos de la Luz.
Custodios y guardianes de la fuerza de la esclavitud del hombre, listos para soltarse cuando la luz haya sido alcanzada. Primero y muy poderoso, se sienta la Presencia Cubierta, Señor de Señores, el Nueve infinito, sobre los otros de cada uno de los Señores de los Ciclos;
Tres, Cuatro, Cinco, y Seis, Siete, Ocho, cada uno con su misión, cada uno con sus poderes, guiando, dirigiendo la densidad del hombre. Ahí se sientan ellos, poderosos y potentes, libres de todo tiempo y espacio.
No de este mundo, no obstante semejantes a él, Hermanos Ancianos ellos, de los hijos de los hombres. Juzgando y pesando, ellos con su sabiduría, observando el progreso de la Luz entre los hombres.
Ahí ante ellos estaba Yo guiado por el Morador, lo observé mezclarse con UNO de arriba.
Entonces de ÉL surgió una voz diciendo: “Grande eres tú, Thoth, entre los hijos de los hombres. Libre de ahora en delante de los Salones de Amenti, Maestro de la Vida entre los hijos de los hombres. No pruebes la muerte excepto si lo deseas, bebe tu Vida hasta el fin de la Eternidad, de ahora en adelante está la Vida, tú mismo tómala. De ahora en adelante la Muerte está al llamado de tu mano.
Mora aquí o sal de aquí cuando lo desees, libre es Amenti para el Sol del hombre. Toma tu Vida en la forma que desees, Hijo de la Luz que ha crecido entre los hombres. Elige tú el trabajo, puesto que todos deberían laborar, nunca estar libres del camino de la Luz.
Un paso tú has ganado en gran camino hacia arriba, infinita ahora es la montaña de la Luz. Cada paso que tomaste no hace más que engrandecer la montaña; todo tu progreso engrandece más la meta.
Alcanza la siempre infinita Sabiduría, siempre ante ti reside la meta. Liberado ahora estás de los Salones de Amenti para caminar mano a mano con los Señores del mundo, uno en un propósito, trabajando juntos, trayendo la Luz a los hijos de los hombres”.
Entonces de su trono vino uno de los Maestros, tomando mi mano y guiándome hacia delante, a través de los Salones de la profunda tierra escondida. Me guió él a través de los Salones de Amenti, mostrándome los misterios que no son conocidos para el hombre.
A través del oscuro pasaje, hacia abajo él me guió, hacia el Salón que es sitio es la oscura Muerte. Vasto como el espacio yace el gran Salón ante mí, con paredes de oscuridad pero no obstante llenas con Luz.
Ante mí se elevó un gran trono de oscuridad, velado en él estaba sentada una figura de la noche. Más oscura que la oscuridad sentada la gran figura, oscura con una oscuridad que no es de la noche. Ante ella entonces el Maestro pausó, diciendo.
La Palabra que provoca Vida, diciendo: “Oh, maestro de la oscuridad, guía del camino de la Vida a la Vida, ante ti traigo un Sol de la mañana. No lo toques alguna vez con el poder de la noche. No llames a su flama a la oscuridad de la noche. Conócelo, y míralo, uno de nuestros hermanos, elevado desde la oscuridad hacia la Luz. Libera su flama de esta esclavitud, libre deja a su flama a través de la oscuridad de la noche”.
Elevó entonces la mano de la figura, surgió una flama que creció clara y brillante. Dio vueltas rápidamente sobre la cortina de la oscuridad, develando el Salón de la oscuridad de la noche.
Entonces creció en el gran espacio ante mí, flama tras flama, desde el velo de la noche. Incontables millones saltaron ellos ante mí, algunos flameando como flores de fuego.
Otros había que emitían un resplandor tenue, fluyendo pero débilmente fuera de la noche.
Algunos había que caían rápidamente; otros que crecían de una pequeña chispa de luz. Cada uno rodeado por su tenue velo de oscuridad, no obstante flameante con luz que nunca podría ser apagada. Yendo y viniendo como luciérnagas en primavera, llenos con espacio, con Luz y con Vida.
Entonces se oyó una voz, poderosa y solemne, diciendo: “Estas son luces que son almas entre los hombres, creciendo y cayendo, existiendo por siempre, cambiando no obstante viviendo, a través de la muerte hacia la vida. Cuando han florecido, alcanzado el momento cumbre del crecimiento en su vida, rápidamente entonces envío mi velo de oscuridad, envolviendo y cambiando a nuevas formas de vida.
Continuamente hacia arriba a través de las eras, creciendo, expandiéndose en todavía otra flama, iluminando la oscuridad con aún un poder más grande, apagado no obstante encendido por el velo de la noche.
Así crece el alma del hombre siempre hacia arriba, apagada no obstante encendida por la oscuridad de la noche.
Yo, la Muerte, vengo, y no obstante no me quedo, puesto que la vida eterna existe en el TODO; solamente un obstáculo, Yo en el camino, rápido para ser conquistada por la luz infinita.
Despierta, Oh flama que arde siempre hacia el interior, surge y conquista el velo de la noche”.
Entonces en el medio de las flamas en la oscuridad surgió una que empujó la noche, flameando, expandiéndose, siempre muy brillante, hasta que al fin no fue nada sólo Luz.
Entonces mi guía habló, la voz del maestro: Mira tu propia alma mientras crece en la luz, libérate ahora para siempre del Señor de la noche.
Hacia delante me guió a través de muchos grandes espacios llenos con los misterios de los Hijos de la Luz; misterios de los cuales el hombre quizá nunca conozca hasta que él, también, sea un Hijo de la Luz.
Retrocediendo entonces ÉL me guió hacia la Luz del salón de la Luz. Me arrodillé entonces ante los grandes Maestros, Señores de TODO de los ciclos de arriba.
Habló ÉL entonces con palabras de gran poder diciendo:
Liberado has sido de los Salones de Amenti. Elige tú el trabajo entre los hijos de los hombres.
Entonces hablé yo:
Oh, gran maestro, permítame ser un maestro de los hombres, guiarlos hacia delante y arriba hasta que ellos, también, sean luces entre los hombres; liberados del velo de la noche que los rodea, flameando con luz que brillará entre los hombres.
Me habló entonces la voz:
Anda, como sea tu voluntad. Así sea decretado. Maestro eres tú de tu destino, libre de tomar o rechazar como sea tu voluntad. Toma tu poder, toma tu sabiduría. Brilla como una luz entre los hijos de los hombres.
Hacia arriba entonces, me guió el Morador. Habité de nuevo entre los hijos de los hombres, enseñando y mostrando algo de mi sabiduría; Hijo de la Luz, un fuego entre los hombres.
Ahora nuevamente piso el camino hacia abajo, buscando la luz en la oscuridad de la noche. Los marco y los guardo, preserven mi registro, guía será para los hijos de los hombres.
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